Dreaming Alone (Adrienette)

•••┊🌙┊┊ CAPÍTULO XVII┊┊🌙┊•••

En mi auto, estuvimos en silencio.

Marinette miró por la ventana mientras que yo la miraba nerviosamente de cuando en cuando, tratando de no dejar que su presencia me distrajera mucho del camino.

Pero parecía que necesitaba verificar cada 5 segundos que ella aún estaba ahí, como si en cualquier momento fuese a desaparecer en el aire.

Conduje hasta su departamento, dejando que ella guiara el camino hasta la puerta, dejándola abierta para que yo pasara.

Nos quitamos las chaquetas, aún en silencio, y Marinette fue a la sala.

Yo la seguí dudoso.

—¿Marinette?— pregunté inseguro de qué más decir.

—¿Quieres cerveza?— preguntó de pronto, tomándome con la guardia baja.

Asentí, pero como estaba dándome la espalda, no pudo ver.

Al parecer no necesitaba mi respuesta – fue a la cocina, abrió el fridge, sacando dos botellas.

Silenciosamente tomé una, viendo que ella le daba un sorbo a la suya, recostándose contra el counter, mirando el piso.

—¿Marinette?— dije casi en un susurro. Sentí que mi garganta se cerraba. —¿Vamos a hablar ahora?

Marinette suspiró, dando otro sorbo, viéndose incómoda.

—Hablar...— dijo. —Si quieres hablar, empieza.

Jugué con la etiqueta de la botella, frunciendo el ceño.

—No estoy seguro de qué decir.— Admití. —Creo que lo dije todo en esta carta. —Dudosamente, saqué el arrugado papel de mi bolsillo, extendiéndolo en la mesa de la cocina, en medio de los dos. —Lo leíste, ¿cierto?

—Sí.— dijo Marinette, mirando la carta. —Justo después de tu presentacion. ¿Cómo es que la tienes?

—La encontré en el piso.— Digo y Marinette asintió, aún sin mirarme. —Marinette...— rogué. —Por favor, háblame. ¡Ya sabes todo lo que pienso! ¡Es hora que me dejes saber qué piensas, también!

Marinette suspiró, haciendo un gesto mientras daba otro sorbo. Su botella ya estaba medio vacía.

La miró, esperando que hablara.

—¿Me odias?— pregunté cuando no habló.

Marinette respiró profundamente, murmurando.

—No lo sé. Es complicado.

—Entonces hazlo menos complicado.— Susurré.

—¡No sé qué decir!— dijo Marinette, empuñando más fuerte la botella. —No sé qué creer de ti. Qué hacer. Qué sentir, es demasiado.— Dijo frustrada.

—¿A qué te refieres con 'qué creer de mí'?— pregunté. —¡No es como que te haya mentido!

—Pero te guardas algunas cosas.— Señaló, las simples palabras fueron como un golpe. —Es casi como mentir.

—Lo sé.— Admití respirando temblorosamente. —Lo siento... por todo lo que hice. Por no decirte cuando los dejé. Por todo lo demás, también. Sé que cometí muchos errores, pero todo lo que escribí en la carta es real.

—¿Por qué ahora?— dijo sacudiendo la cabeza. —¡Han pasado muchos años, Adrien! ¡He tratado todos estos años de decirme a mí misma que eres un bastardo egoísta que nunca se interesó por mí lo suficiente para decirme esto! Y ahora vienes y de la nada me dices que me amas, cuando todo este tiempo te he amado y-