38. Explicaciones

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Hubo un momento de silencio cuando  aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry, sangre. Luego alguien gritó:

—¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija arrebatándola de los brazos de Hope.

Harry, sin embargo, miraba detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho.

Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse Dumbledore. Sin apenas darse cuenta, Harry y Ron se encontraron atrapados en el abrazo señora Weasley y para su sorpresa ni los adultos se salvaron.

—¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicisteis?

—Creo que a todos nos encantaria enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

—Esa es una historia que Harry puede contar —Hope miró al chico que le sonrió.

La señora Weasley soltó a Harry, que dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubies incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle. Harry empezó a contario todo.

Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio, que Hope y Snape conocian; que Hemione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que él y Ron siguieron a las arañas por el bosque, a esas alturas Hope decidió sentar a Harry en su regazo solo para sentir que estuviera bien y Harry continuó con una sonrisa bajo la atenta mirada de todos, que Aragog les había dicho dónde había matado a la víctima del basilisco; que habían adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos...

—Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—. Que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiria yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?

Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. ¿Y si la expulsaban?, pensó Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible... ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

—Lo que no sé... Es cómo llegaron ellos —evadió hablar del diario y miró a Hope y Severus.

—Bueno —Hope los mira—. Luego de poner a los estudiantes a salvo, el profesor Snape y yo nos dirigimos a la cámara de los secretos, habíamos hecho nuestra investigación pero no sabíamos abrirla.

Todos se veían sorprendidos.

—Vaya nuestra sorpresa cuando al llegar, la cámara estaba abierta, bajamos rápidamente y nos conseguimos con estos dos valientes...

—E idiotas —resalto Severus.

—Chicos, estaban a punto de ser hechizados por el estorbo que está atado —todos miraron a Lockhart—. Cuando íbamos a adelantarnos, el señor Potter —mira a Harry quien se sonroja—. Decidió que no quería nuestra ayuda.

—¡Era peligroso!

—Y por eso que un niño de doce años se enfrentará solo era mejor —Severus lo miró mal y Harry se encogió.

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