SEIS

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Luz mañanera (S.) Amarillo ameno que trae tranquilidad.

) Amarillo ameno que trae tranquilidad

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— Gracias por los consejos Samu. -Su voz sonó algo estrangulada. Se sentía tan extraño. No recordaba alguna vez en su vida en la que haya estado más de dos días sin su gemelo. Incluso se sentía indiferente al despedirse de sus padres, naturalmente no los veía demasiado. Pero Osamu, su única mitad en el mundo, con quién siempre ha hecho dupla; lo iba a extrañar mucho los días que estaría en el campamento.

Osamu, en respuesta, lo envolvió en un engorroso y largo abrazo que Atsumu respondió, alargando el momento y sujetando los costados de su gemelo con fuerza. Suna los separó a ambos, alegando que "Atsumu no irá a la guerra y que volvería en una semana", impidiendo que la situación se tornara más sentimental y comenzaran a llorar. Incluso para él, que había crecido alrededor de los repetidos, sentía nostalgia al ver que se separarían -aunque solo serían unos días y no había necesidad de ocasionar un drama-. 

Atsumu, entre tanto, había montado todo un espectáculo emocional en su cabeza. Esta semana estaría llena de primeras veces sin Samu y no se sentía capaz de llevarlo bien, al menos, no al ciento veinte por ciento. Creía, en su lugar, que lo llevaría en un treinta por ciento -una cifra muy triste y preocupante, si se lo dijese a su gemelo, lo patearía-. Sería la primera vez en toda su vida que no se verían el uno al otro cada día, no iban a despertar dispuestos a molestarse y hacerse bromas, no iban a discutir por cada cosa solo para llevarse la contraria ni tendrían largas lecciones de estudio donde alguno de los dos siempre terminaba divagando y encima del otro, tampoco sacarían sus futones para dormir en el piso de la sala y amanecer viendo películas viejas de comedia, así como tampoco tendrían al otro constantemente quejándose de que alguien robó su merienda o tomó su chaqueta prestada sin lavarla al devolverla a su lugar; pero bueno, eran gajes del oficio y tendría que lidiar con ello o enfocarse en desempeñar su rol como jugador eficiente y competente en el campamento.

Siempre habían sido Atsumu y Osamu, mitades de un alma que se necesitaban y retroalimentan para coexistir el uno con el otro. Ellos no eran almas gemelas, porque el universo no podría ser tan bueno con Atsumu (quizás lo fue, al evitar que su alma gemela fuera el zopenco de su gemelo); ellos eran una sola alma dividida en dos y destinada a permanecer juntos, incluso cuando Osamu conoció a Suna y su mundo comenzó a colorearse vivazmente, a cobrar sentido, Atsumu seguía siendo una prioridad para Osamu. Ellos lo llamaban "poder de gemelos", porque estando en diferentes habitaciones, clases o haciendo distintas actividades, podían percibir que al otro le pasaba algo; Sunarin decía que solo era porque han convivido tanto tiempo juntos que ya los gestos falsos no engañaban al otro. En cambio, Osamu decía que las almas eran excepcionales, pero un alma a la mitad, era perfecta y lo sería hasta que alguno de los dos abandonase la tierra porque, encontrar a tu alma gemela no significaba dejar a quienes amas atrás o de lado, significaba dejarlos aventurarse a tu lado en ese nuevo episodio lleno de color.

— El esfuerzo ha dado frutos Sumu.- Osamu sonrió apenas, viendo a su hermano con cariño.

— Desde que éramos unos niños has hablado sobre el campamento, lo mucho que quieres ser profesional y... Ahora mírate. -El menor miró hacia el suelo, donde estaba el equipaje que acompañaría a Atsumu la siguiente semana. — Darás un paso más cerca de la meta. -Una vez más, como pocas veces lo hacían desde que el mayor comenzó a verse afectado por la ausencia de su alma gemela, se sonrieron en grande y dejaron escapar risitas cómplices. — Disfruta, diviértete y hazlos morder el polvo con tu talento.

— Por supuesto que lo haré. Esta semana no me permitiré estar triste y haré que el entrenador del equipo nacional vea todo lo que puedo hacer. -El tono entusiasta y las palmas arriba contagiaron a Osamu, quien chocó sus propias manos con las del contrario. Suna, a unos pasos, grabandolos indiscretamente con su teléfono. — Lo único que extrañaré estos días será a ustedes, chicos.

Atsumu suspiró, mirando también su maleta y alzándola por encima de su espalda, en vez de usar la manija y las pequeñas ruedas para desplazarla. Idiota. La sujetó bien con una mano y con la otra ofreció su puño, recibiendo el choque del puño de Osamu primero y luego el de Sunarin. — Ya vete, cuñado. El autobús no va a esperar por ti todo el día.

— Aún faltan veinte minutos para que salga, Suna. -Frunció sus labios en un puchero, mirándolo con su mejor gesto de "no eres de mi agrado". Oh no, Suna sabía lo que se venía, ese puchero siempre pasaba factura a los segundos de ser usado. — ¿Cómo es que viviré estos días sin sus constantes recordatorios de que todo va a estar bien? La negatividad está adherida a mi ser, respiro desgracias y una nube gris siempre me persigue, ¿qué haré sin ustedes?

Atsumu intentó reír entre su dramatismo -aunque lo hacía en broma, realmente aquello lo preocupaba- para cubrir las lágrimas que se asomaron en sus ojos, avisando que estaban a punto de salir. De repente, los nervios, inseguridades y miedos que había disipado segundos atrás, volvieron de golpe y directamente a su estómago, causando un revuelo ansioso en su persona.

— Ya verás cómo te olvidas de la falta que te hacemos cuando te codees con jugadores mejores que tú en el campamento. -El canturreo burlesco de Osamu encendió una pequeña chispa competitiva en Atsumu, quien dejó salir solo un par de lágrimas traicioneras antes de señalar a su hermano.

— No me olvidaré de eso, pero sí quiero ver cuán buenos son los otros invitados. -Cerró el puño frente de sí, para ponerlo en el lugar donde golpeaba con entusiasmo su corazón. — Siempre estarán en mi corazón.

La madre de Atsumu, seguido de su padre quien usaba distraídamente su móvil, se detuvieron a su lado. — Ya, ya, Atsumu. No es como si te vayas a la guerra.

Ambas parejas estallaron en risas ante el comentario y la expresión avergonzada que se dibujó en el rostro de Atsumu. — ¡Mamá!

— Siempre puedes llamar en tus horas libres, no seas dramático y tú, Osamu, no le sigas el juego. - Atsumu asintió, limpiando el rastro que habían dejado las lágrimas rebeldes momentos atrás.

Osamu abrazó a Atsumu una vez más, Suna uniéndose al abrazo y besando con ánimo la mejilla del más bajo. — Que no te de pena llorar si nos extrañas demasiado. -Murmuró Suna, apretando a ambos gemelos con cariño. El par solo le masculló un "cállate" que lo hizo sonreír.

— Bien, niños. Ya dejen los abrazos que Atsumu debe subir al autobús.

Los tres se separaron, quedando Suna y Osamu uno al lado del otro, mientras Atsumu dirigía su camino al vehículo a un par de metros de ellos. No se molestó en despedirse de sus padres, no porque fuera mal hijo, sino porque se largaría a llorar; era -excesivamente- sentimental y apegado a su familia, incluso si sus padres estaban ausentes en casa y solo pasaba su tiempo con Osamu.

Atsumu giró apenas su cabeza, para gritar con fuerza. — ¡Los llamaré en cuanto llegue! - Acabó dejando a su pequeña familia con pequeñas sonrisas en sus rostros y aquello fue suficiente para hacerlo sonreír también. Sonrisa que desapareció y se transformó en una mueca de confusión al ver a Osamu corretear con una sonrisa amplia hacía él y envolverlo otra vez en un ajustado abrazo. — ¿Samu...?

— Tengo una corazonada, Atsumu. -Dijo Osamu, deteniendo su andar a solo pasos del autobús que cargaba con otros pasajeros a la espera de partir.

— ¿Qué? -Fue lo único que Atsumu alcanzó a mascullar como pregunta, confundido por lo que había dicho.

— Quizás, quien pinte tu mundo esté allá.

Paint My World (SakuAtsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora