CUATRO

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Rojo (S.) El color más candente.

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— Kiyoomi, cielo. -Pudo escuchar la voz de su madre a través del pasillo, junto al resonar de sus tacones contra el suelo de madera. — ¿Sakusa? ¡Date prisa que vamos a llegar tarde a la convocatoria de los entrenadores!

La madre de Sakusa era, sin duda, era la representación de la intensidad. Aún faltaban cuarenta y tantos minutos para que iniciara la dichosa convocatoria y ella lo apresuraba mientras rehacía por enésima vez su corbata, tratando de hacerlo lucir lo mejor posible dentro del costoso traje que habían comprado solo para ese evento.

— Relájate un poco mamá. Solo es una reunión más. -Sakusa rodó los ojos, moviéndose sobre sus pies ante la incomodidad que le generaba la cercanía de su madre y el constante manoseo que recibía para alisar su vestimenta o quitar la inexistente pelusa. — ¿Puedes parar? Me asfixias, madre.

La madre de Sakusa lo miró con indignación, alejando sus manos y alzando las mismas por encima de su cabeza en señal de rendimiento. Sakusa chasqueó la lengua, deslizando sus dedos entre sus cabellos para desordenarlos ligeramente. Le agradaba la imagen formal que su madre intentaba hacerle proyectar, pero no tener sus rizos sobre su frente casi le generaba incomodidad, aquello era como un escudo que cubría aquel par de lunares por el que alguna vez fue molestado en su infancia.

— ¿Una reunión más? Sakusa Kyioomi, es una convocatoria con los entrenadores del equipo nacional, ¿te das cuenta de lo que podría pasar? Ya se acercan las fechas del campamento anual y tú has sido nombrado por diferentes entrenadores del país que eres una de las tres mejores estrellas del país. -Su madre comenzó a parlotear mientras paseaba por la sala y recogía algunas cosas, tomando finalmente su cartera y las llaves de la camioneta. — No despeines más tu cabello y vámonos, intenta ser más accesible cuando estemos allá.

Obedeció a su madre, colocando adecuadamente el reloj que alguna vez fue de su padre en su muñeca izquierda y luego cubriendo parte de su rostro con una mascarilla negra. Salió siguiéndole el paso a su mamá, quien se quedó unos segundos atrás mientras aseguraba la cerradura de la puerta. Esperó hasta que pudo subir a la camioneta, abrochó el cinturón de seguridad en tanto se acomodó en el asiento del copiloto. Su madre comenzó a conducir segundos después y Sakusa solo se dedicó a observar por la ventana.

Le parecía gracioso darse cuenta de que días atrás, en su clase de lengua y literatura, su profesor dijo: "Existe un deleite en el paisaje de cada día". Y ahora que veía los objetos pasar frente a sus ojos, no lograba comprender dónde estaba el deleite de aquello. Los árboles pobremente coloreados con una paleta de grises escueta, el cielo era una variedad de los mismos y, mientras más aumentaba la velocidad del vehículo; todo eso se convertía en un borrón triste. Pero aquello no estaba del todo mal para él, porque sabía que por ahí estaba la persona que pronto reemplazaría sus grises con un hermoso y deslumbrante color.

Paint My World (SakuAtsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora