BILL MACMILLAN
Me veo una última vez por la pantalla de mi celular antes de salir del ascensor. Mi corazón late fuerte en mi pecho y me obligo a respirar para calmarme un poco antes de enfrentarme a ella.
La cara de un egocéntrico pero guapo bastardo me devuelve el reflejo en la pantalla, de todas formas acomodo mi cabello castaño y sacó un poco de loción por si la caminata en las escaleras ha hecho que sude. Es mi rutina diaria antes de entrar al piso que es mi oficina. Sacudo el polvo imaginario de mi traje negro y creo que ya estoy listo.
Sé que ella ya está ahí, siempre viene mucho antes que su hora de entrada y por mucho que le he dicho que no hace falta es insistente en que se siente mejor así.
Con último suspiro oprimo el botón para que las puertas se abran y salgo en con pasos seguros, como si los nervios no me comieran por dentro.
Ella está como siempre, en el recibidor del nivel. Enfocada en el ordenador y apuntando notas en su libreta. Su cabello rojo está atado hoy en una adorable coleta y sus anteojos redondos descansan en su pequeña nariz.
No nota mi presencia hasta que estoy cerca de su escritorio y me aclaro la garganta. Da un pequeño brinco por la conmoción de no haberme escuchado y sus grandes ojos cafés me observan temerosos.
Nunca le he gritado a nadie como lo hacía mi madre —la antigua jefa— antes que yo, siempre he tratado a todos con amabilidad pero aún así todos me tienen miedo o sienten que en algún momento les daré una patada en el trasero. Aún después de dos años de asumir la presidencia sigo trabajando en ganarme la confianza de mis empleados.
—Buenos días señor MacMillan — sus mejillas se sonrojan de forma adorable.
—Buenos días, Sahara —observo su lugar de trabajo y mi frente se frunce con desconcierto —. ¿No te han decorado tu escritorio? Ayer di una orden explícita de decorar tu lugar de trabajo antes que llegaras.
Ella abre mucho los ojos en forma de sorpresa y yo no entiendo. Ya empieza diciembre y la empresa se decora cada año para las fiestas. Ayer le pedí a Henry, el jefe en utilería que por favor llegara un poco mas temprano a decorar mi oficina y así cuando Sahara llegara estuviera todo listo.
—Yo... —sus manos toman una pluma y empieza a jugar nerviosamente con ella— Quité todo cuando llegue aquí.
¿Qué? Los años anteriores también se ha decorado el lugar, pero este año pedí un poco más de atención a su escritorio. Tal vez fue demasiado.
—¿No te gustaron las decoraciones? Puedo pedir que te pongan otras que tu desees.
No sé porque me esfuerzo en caerle bien, nunca lo he logrado con ella.
—No es eso —ella niega con su cabeza haciendo que un mechón de su cabello salga de su coleta y quede en su rostro. Mis manos pican por querer acomodarlo nuevamente — . Solamente no me gustan las fiestas, pero no sé preocupe señor MacMillan, su oficina sigue estando intacta.
No me interesa mi oficina quería que ella se sintiera feliz por las decoraciones. Que patético soy.
— Pero si es una política de la empresa puedo volverlas a colocar —continua.
—No, no es ninguna obligación —murmuro —. Haz lo que se te haga más cómodo.
Me retiro con una sentimiento hacia ella y sigo camino a mi oficina. Cuando abro la puerta me recibe una oficina — antes blanca— con un estallido de colores brillantes. Hay un árbol en la esquina derecha tal vez de un metro y medio sumamente decorado. Además que hay guirnaldas y otras decoraciones en todo el lugar.
Emito un suspiro triste mientras me quito el saco y cierro la puerta. El gran ventanal deja entrar gran cantidad de luz natural al lugar pero aún así todo esto no se siente mío. Por mas que he hecho modificaciones personales.
Desde que mi madre falleció hace dos años tuve que hacerme cargo de todo inmediatamente. Ella tal vez no fue una madre ejemplar al cien por ciento pero la amaba, era mi madre. Me crió ella sola desde que mi donante de esperma desapareció cuando supo de mi existencia. Fue una mujer que a pesar de haberme tenido muy joven supo crear una empresa gigante con solo el taller de automóviles heredado de mi abuelo.
Siempre estuve involucrado en esta empresa, desde que tengo memoria, a pesar de que ni madre no tenía fe en que pudiera continuarla. Decía que era muy blando y amigable para una empresa que exigía ser despiadado con todos.
Intento mantener su legado, las acciones siguen siendo las mismas, las ganancias siguen aumentando con cada año pero el respeto de las personas aún no me la he ganado. No importa que digan todos, no me ganaré su confianza con crueldad. Seré amable pero fuerte como un buen líder debe ser.
Cuando prendo mi ordenador unos villancicos inundan la habitación mientras este carga. Una sonrisa sale de mi rostro, este año realmente se lucieron los de informática.
Cuando escucho una maldición me doy cuenta que sale de la pequeña Sahara. En los años que ha trabajado para mí nunca se ha emocionado con las fiestas o actividades de la empresa. Es callada y reservada, eso tiene una fascinación en mí; me gustaría saber sus gustos y qué es lo que hace que su hermoso rostro se ilumine.
O al menos que no sea cuando le digo que su sueldo debido a su arduo trabajo subirá o que recibirá algún bono.
¿Qué escondes Sahara? Quiero averiguarlo.
Notita Navideña:
Primero que nada ¡Feliz inicio de Diciembre!
Gracias por estar aquí, a pesar de tener mil dudas de subirla o no he decidido que sí. Así que es muy especial que esten aquí, mil gracias.
Disculpen las faltas y errores, intento mejorar cada vez.
Hasta el próximo capítulo .♥
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UNA FALSA CITA PARA NAVIDAD
Teen FictionPara Sahara la navidad es consumismo. Para Bill navidad es sinónimo de redención. Dicen que los polos opuestos se atren pero, ¿podrá Sahara dejar el rencor a los MacMillan y darle una oportunidad? O tal vez la unión de ambos solo traerá catástrofe e...