12.

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SAHARA CASTILLO

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SAHARA CASTILLO

De camino a casa ninguno habla y el ambiente en el auto es sumamente pesado. No sé qué nos paso pero mayormente a mí, qué me pasó a para acercarme tan peligrosamente a él.

No vamos ni a mitad del camino cuando Bill decide aparcar en un lugar, ¿qué está haciendo?

—¿Por qué paras el automóvil?

—Necesitamos hablar.

—No.

—Yo creo que sí, Sahara — hago un esfuerzo y volteo a verlo. Tal y como me lo imaginaba está enojado, y la única persona enojada en esto debería ser yo, no él. —. Necesito saber el motivo de tu constante resentimiento hacía mí.

—No te tengo resentimiento.

—Disculpa que lo ponga en duda, pero me parece que sí.

No solo le tengo resentimiento, es un constante rechazo a todo lo que él representa que me dan ganas de de vomitar.

—Que una chica te rechace no significa que te tenga resentimiento, Bill — cuadro mis hombros y tomo el poco valor que aún me están dando las bebidas alcohólicas —. Eso es un poco patético.

—No estoy hablando de eso y lo sabes —intento alejarme de sus ojos lo más que puedo pero cuando nuestros ojos se conectan siento que todo a nuestro alrededor simplemente desaparece.

—No sé qué es lo que me estás hablando, Bill.

—Sahara...

Cuando su mano hace contacto con la mía es simplemente demasiado... no puedo más con esto.

—¡Eres un MacMillan, Bill!

—¿Y eso...?

—¡Y lo peor de todo, eres su hijo! —no le dejo terminar y sigo con mi arrebato—. Bill, eres hijo de esa mujer. La mujer que me humilló lo suficiente como para odiar todo lo que representaba y eso te incluye a ti.

—¡Sahara, no soy mi madre!

—¡Pero estabas ahí! — una lágrima que no sabía que retenía se escapa de mis ojos—. Estabas a su alrededor y nunca hiciste nada, eso te convierte en una peor persona.

El ambiente está más tenso que antes y el silencio es más ensordecedor que nunca.

Limpio las lágrimas que salen de mis ojos y solo me acomodo nuevamente en mi asiento. Todos esos años intentando dar una buena imagen, cuando es una horrible persona que veía los abusos de su madre hacia nosotros — hacía mí — y nunca hizo nada, solo agachaba la cabeza como un cobarde. Porque eso es lo que es, un maldito cobarde.

Escucho un sonoro suspiro de frustración de su parte antes que empiece a hablar de nuevo.

—Lo lamento, no sabes cuanto odiaba lo que se convertía mi madre cuando entraba en ese edificio — no le presto atención pero eso no le impide seguir hablando —. No era una madre excepcional o un ejemplo de una pero era mejor cuando estaba con su familia...

—¿Y se supone que eso me debe hacer sentir mejor?

—No, por eso me prometí que cuando asumiera las riendas sería mejor. Lamento todo lo que sufriste a su cargo, créeme que lo hago.

—Bill, no me interesa por favor llévame a mi casa.

—Escúchame, por favor —sus dedos toman mi mentón y me obligan a verlo. Hay lágrimas retenidas en sus ojos pero no me importa —. No soy como ella, lo juro y trato de enmendar mis errores. Debí hablar con ella pero aunque lo hiciera no me hubiera hecho caso.

—Bill...

—Por favor, Sahara. Ni siquiera me interesa que no te agrade, al menos déjame ganarme tu perdón.

—Llévame a mi casa, si no lo haces te juro que me bajaré y caminaré hasta ella.

Vi algo en sus ojos quebrarse, pero como dije antes, no me interesa ni me importa. Regresa a su asiento y se reincorpora a la carretera.

Fueron las tres horas más largas de mi vida, es como si fuera algo mágico que justo llegamos a las tres horas como él le había prometido a mi madre.

Antes de salir del auto no me tiendo la mano al corazón y probablemente diga algo que me garantice mi despido seguro.

—¿Quieres ganar mi perdón?

—Si —dice con voz firme.

—Bueno —una sonrisa maliciosa aparece en mi rostro —, ¿aún quieres ganarte el perdón de alguien que celebró la muerte de tu madre?

—Sahara —su voz se vuelve más grave y amenazante, ¿qué, tan rápido quiere decir que no?

—En realidad todo lo hicimos, hasta tuvimos nuestra propia fiesta de libertad.

No espero su contestación y salgo del auto a toda prisa, puedo escuchar que esta siguiéndome así que me apresuro a llegar antes que él.

—¡Tú y tu familia se pueden ir a la mierda! —es lo último que le digo antes de cerrar la puerta casi en su rostro.

Mañana tendré que dar muchas explicaciones por la cara que me pone mamá cuando pasó por su lado y subo corriendo las escaleras hacía mi habitación.

Cuando por fin llego me deshago de mi abrigo y me tumbo en mi cama. Entonces paso llorando toda la noche.

Notita Navideña:

Gracias infinitas por leerme, espero les este gustando la histotia. ☻

Disculpen las faltas y errores, intento mejorar cada vez.

Hasta el próximo capítulo que será el peníltimo .♥

ADELANTOS Y MÁS:

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