SAHARA CASTILLO
— No puedes faltar este año, Sahara —escucho el reproche de mi madre al otro lado del teléfono—. Ya te has perdido muchas navidades sin tu familia.
— ¡Solo fue un año! —intento vagamente defenderme — Estaba nevando demasiado mamá, no podía conducir así.
Eso es casi una verdad a medias, sí estaba nevando pero solo fue una escusa para no ir con ellos.
— Prométeme que vendrás este año, cielo.
—Mamá...
— No, Sahara. Escúchame — su voz se empieza a tornar desesperada —. Tú abuela tal vez ya no pasé año nuevo, ella te quiere mucho. Por favor hija.
Un nudo se forma en mi garganta y el arrepentimiento me invade. No he querido estar muy presente con mi familia, desde que me mude a la ciudad mis únicas prioridades han sido el trabajo y el estudio.
He sido muy unida con mi abuela materna, fue como una segunda madre y es donde siempre fui en busca de consuelo. Ha estado enferma y no he ido a verla, mando dinero para sus medicamentos pero sé que no es lo mismo que una visita.
— Esta bien mamá —cedo finalmente —. Estaré ahí el viernes antes de Noche Buena.
Puedo escuchar el suspiro de alivio que emite y eso me hace sentir más culpable aún.
—¿Vendrás con alguien? — pregunta e inmediatamente quiero decir que ya no iré. Desde que llegué aquí hace cuatro años siempre es la misma insistencia de que conozca a alguien y «siente cabeza» —. Así habilitamos una habitación más.
—No, mamá ya hablamos de esto —y es cansado repetirlo innumerables veces.
—Cariño, eres hermosa ¿Cómo qué no tienes a nadie?
—No tengo tiempo de eso mamá.
Esta llamada se está alargando demasiado y aunque aún falta bastante para entrar a la oficina ya debería ponerme en camino. Así que me levanto de la silla de la cafetería —está frente al edificio donde trabajo así que siempre vengo aquí por las mañanas a desayunar— , y me pongo en camino después de pagar por mi café.
— No me gusta que estés tan sola — mamá sigue con su sermón —. A la abuela le encantaría verte con alguien antes de morir.
—Mamá no intentes chantajearme con la enfermedad de la abuela para esto —me enfurezco —. Iré a verla porque la amo nada más.
Cuando entro a la recepción paso mi tarjeta en el mostrador para registrar mi entrada. No hay nadie todavía atendiendo así que solo saludo al guardia de turno que está en la entrada.
Entro al elevador con un poco de esfuerzo por sostener el teléfono en mi oído y mi cartera en la otra mano. Debería comprar de esos audífonos inalámbricos pero es un gasto innecesario, para eso están los altavoces del teléfono.
— No quise hacer eso y lo sabes Sahara — me riñe mamá.
—¡Hola Sahara, terroncito de azúcar!
Pego un grito que tiro el teléfono del susto, cuando alguien habla a la par mía en el elevador. Cuando volteo es Mario, de informática y mi mejor amigo aquí en la ciudad. Desde que llegué aquí siempre ha sido atento y lindo conmigo incluso he ido a cenar con su esposa un par de veces. Sin él estaría perdida.
Cuando ve que tiré el celular él rápidamente lo coge y sigue con mi llamada ¡¿Quién se cree que es?!
—¿Hola? ¿Quién habla con mi terroncito de azúcar?
Sabe cuanto odio ese apodo pero sigue diciéndomelo. Cuando lo conocí me dijo que era una amargada —que es una linda forma de empezar una amistad ¿no? — así que dijo que tal vez con un apodo dulce dejaría de serlo. Ahg cómo si eso fuera a pasar, nací amargada y enfada con la vida, así moriré.
—¡Sí soy el novio! —le responde a mi madre a una pregunta que supongo hizo. ¡¿Qué está haciendo?! Ella sabe de Mario, que es mi amigo pero nunca ha hablado con él, así que no reconoce su voz — ¡Por supuesto que iré con ella a la cena navideña, es que queríamos darle una sorpresa!
Intenta seguir hablando cuando me lanzo a él por mi teléfono. Odio ser tan pequeña, todos son más altos que yo y eso me perjudica en situaciones como esta.
Cuando por fin consigo quitárselo él corta la llamada telefónica. ¡Lo odio!
—¡¿Qué crees que haces?! —le pregunto enojada.
—Te consigo una cita — dice quitándole importancia.
—¿Qué?
Acomoda su traje donde lo sujete en el intento de quitarle mi teléfono y me mira divertido. A sus treinta años de edad es un hombre guapo y jovial. Yo lo compararía con un niño de kinder, que hace travesuras porque necesita atención constante.
—Ahora debes buscar a alguien para que te acompañe y tal vez comience el amor.
Eso es una estupidez de un nivel grande.
—¡No llevaré a nadie, Mario! Diré que fuiste tú.
— No le rompas el corazón a tu madre, Sahara —hace un puchero exagerado —. Y tampoco a mí.
El ascensor se abre luego de lo que sentí una eternidad y sale huyendo de mí.
— Hasta más tarde, Sahara.
Cuando las puertas se cierran me dejan con la ganas de quitarle esa sonrisa burlona de la cara con un golpe.
Cuando llego a mi oficina estoy más que enojada, mamá mandó un mensaje diciendo que «esperaba con ansias conocerlo» por más que le dije que no era lo que pensaba no me creyó y casi que me obligó a llevarlo.
Debería llamar a la esposa de Mario y decirle que cuando llegue a su casa lo deje sin cenar, pero lo más probable es que la situación le parezca cómica y este orgullosa de lo hizo su marido. Quien por cierto no ha dejado de mandarme mensajes burlándose y otros pidiendo perdón. Que se joda.
¿Ahora qué haré?
¡Merlín ayúdame!
Esto solo recalca mi odio por estas fiestas sin sentido. ¡Detesto la navidad!
Notita Navideña:
Gracias infinitas por leerme, espero les este gustando la histotia. ☻
Disculpen las faltas y errores, intento mejorar cada vez.
Hasta el próximo capítulo .♥
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UNA FALSA CITA PARA NAVIDAD
Teen FictionPara Sahara la navidad es consumismo. Para Bill navidad es sinónimo de redención. Dicen que los polos opuestos se atren pero, ¿podrá Sahara dejar el rencor a los MacMillan y darle una oportunidad? O tal vez la unión de ambos solo traerá catástrofe e...