14. Final

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BILL MACMILLAN

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BILL MACMILLAN

La chinea arde enfrente mío, todo en este lugar se siente más solitario aún.

Después del inconveniente con Sahara, decidí salir de ese lugar y vine directamente a casa. Puede que haya un silencio ensordecedor o que ahora mi corazón esté más roto que nunca pero no tengo a nadie viéndome mal o sintiendo que no me desean en el mismo lugar.

Lo que más extraño es el chocolate de Dory, no ha pasado ni un día y ya lo añoro.

Veo la hora y casi son las diez de la noche. Este día no he hecho otra cosa que dormir, revisar papeleo y más, ¡Feliz Navidad para mí! Supongo. Nadie de mi familia me ha mandado ni un correo y las únicas felicitaciones que tengo son de varios empleados, es algo... creo.

Mi ceño se frunce cuando escucho el timbre sonar, ¿Quién podría ser?

Cuando abro todo mi auto control se pone en marcha para no cerrar la puerta rápidamente. En mi entrada una pequeña y adorable Sahara, se encuentra.

Sigo furioso con ella, por todo lo que dijo.

—Soy una mierda, lo sé — es lo primero que dice.

No digo nada, tampoco la dejo pasar y solo cruzo mis brazos sobre mi pecho. No sé cómo consiguió mi dirección, pero tengo una leve sospecha de quien pudo habérsela dado.

—¿Puedo intentar pedir perdón? —intenta de nuevo.

—No lo sé.

Su nariz se arruga en desconcierto y sus labios hacen un puchero adorable, podré odiara en este momento pero me sigue atrayendo como un idiota.

Una ráfaga de aire frío sopla afuera, así que decido hacerla pasar. Y algo que observo es que ella no se queda observando mi casa, solo me ve con cautela a mí y puedo ver que se siente intimidada por mi comportamiento hostil— y eso que podría decir que mi casa es digna de admiración ya que es grande y podría decirse que con lujos innecesarios de más —. Todas las chicas que he traído aquí nunca pueden dejar de parlotear sobre cada cosa que mi madre puso en esta casa, es algo extraño que no me gusta.

—Lo lamento.

—¿Qué lamentas exactamente, Sahara?

—Todo.

—Eso no dice nada.

—Me cuesta pedir perdón —murmura.

Suspiro y le ofrezco algo de beber pero lo rechaza, así que solo nos quedamos viéndonos por un momento.

—Sí, eso podría adivinarlo, eres demasiado orgullosa.

—¡Oye!

—Sahara, si no vienes con intensiones sinceras de disculparte puedes irte. Tengo cosas que hacer — miento.

UNA FALSA CITA PARA NAVIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora