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SAHARA CASTILLO

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SAHARA CASTILLO

—Debería dormir una semana en la casa del perro —. Le digo a Magdalena, la esposa de Mario. Que está trayendo una olla llena de deliciosa paella hacia la mesa.

— Ha dormido ahí más veces de las que crees pero está vez no se lo merece, linda — bromea mientras regresa a la cocina.

Como las vacaciones en la empresa empiezan desde el quince de diciembre ellos viajan hasta la ciudad natal de Magda, y así visitar a su familia. Por ese motivo me han invitado a cenar antes que ya no nos veamos hasta el próximo año.

He puesto al día a Magdalena de lo que me hizo el tonto de su esposo y ella solo lo defiende diciendo que si alguien no me daba un empujón no tomaría la iniciativa.

Sus risos negros se escapan del pequeño moño que adorna su cabeza cuando deja la comida en la mesa, y su vestido azul destaca su piel morena cada vez que se mueve por la cocina.

Aprendí de mala manera que no le gusta que toquen nada de su cocina. La primera vez que vine me ofrecí a ayudar o cocinar y colocar la mesa, pero ella siempre me sacó con euforia. Dice que su cocina es su espacio feliz y si alguien se entromete en ella su comida no sabe tan deliciosa.

Ella es una chef profesional que trabaja en uno de los mejores hoteles de la ciudad, y aunque me gustaría ayudarla —porque también amo la cocina—, es su espacio y lo entiendo.

Cuando Magda empieza a servir y como si estuviera esperando el momento, Mario aparece en el comedor para sentarse a cenar. Su ropa de trabajo fue sustituida por un pantalón de mezclilla, una camisa simple y blanca. Además que lleva puestos sus lentes —que tanto odia —, Magda sabe que son prescindibles para él así que si nos los usa él no cena. Palabras de él.

Después de darle un beso a su esposa se sienta a mí lado y hago como si no deseo hablar con él fingiendo estar enojada, porque sigo enojada con él.

—Mira cariño — le habla Mario a Magda —. El terroncito de azúcar sigue enojada.

—¿Tal vez porque debería estarlo? — digo mirando mi plato. Huele tan delicioso que mi estómago hace un sonido en aprobación y urgencia.

—Oh, por favor Sahara, deberías darme las gracias por la motivación.

Lo ignoro mientras espero que Magda se siente y nos regañe a ambos, la comida es sagrada según ella y nadie debe estar peleando en la mesa. Así que empezamos la velada, platicamos y contamos anécdotas de nuestros hogares de infancia. Gracias a ellos me he sentido en casa en esta ciudad y nunca podré pagarles lo que se ha significado para mí.

———❆———❆———

Dos horas después de la cena ya estoy en mi casa , me fui unos minutos después de comer porque mañana es día de trabajo y necesito descansar bien.

No les dije acerca de la propuesta del señor MacMillan, pasó una semana de ese bochornoso accidente y él no lo ha mencionado. Todo sigue igual en la oficina.

He recibido mensajes en Tinder en donde están interesados en mi propuesta pero no he aceptado ninguna. Pasa desde una que dijo que le pagara por pasar conmigo las fiestas u otros donde piden pagos más físicos, que no aceptaría en un millón de años. Y otros que ni siquiera abrí porque según su perfil podrían ser mis abuelos.

Mamá no ha dejado de llamar y preguntar, pero no he atendido ninguna llamada y sus mensajes los contesto con stikers.

Me tiro dramáticamente a mi cama y observo el techo decorado con estrellas neón. Mi apartamento no es la gran cosa pero cumple su función con mantenerme caliente y protegida, es todo lo que me importa.

Mi cabeza tiene muchos líos en ella, la universidad que debo pagar, la renta y la estúpida fiesta de navidad. Ya tengo los regalos, también empaque pero me falta el jodido acompañante.

Al paso que voy no encontraré uno a tiempo o al menos a tiempo de conocerlo por unos que ¿días, horas?. Gimo en frustración y tapo mi rostro con las manos. Malditas fiestas.

Veo el almanaque que tengo en mi mesa de dormir, y ya estamos a cinco de diciembre. Yo debo viajar en menos de diez días y estoy desesperada.

Y todo por Mario, y mi familia. Detesto que en cada fiesta que hay siempre el tema de conversación sea yo y mi soltería ¿Qué les importa? Es mi vida y ahora no quiero meterme sentimentalmente con nadie. Nunca he tenido pareja así que mis padres creían que era lesbiana, me dieron la charla de «amor es amor» que no debía retenerme por ellos, que querían que fuera feliz.

Tuve que explicarles que no lo era — y aunque lo fuera no quería involucrarme con nadie —. Que mis prioridades siempre han sido abrirme camino en las finanzas y cuando por fin tenga mi empresa podré buscar a alguien. No es tan difícil de entender, deberían de agradecer en cambio.

Cuando más lo pienso y más vueltas le doy todo me conduce a un mismo camino y me aterra seguirlo. Pero necesito salir de esto, así que mañana hablaré con el señor MacMillan, a ver si su propuesta sigue en pie. Y si lo está que los dioses me ayuden por lo que tendrá que soportar ese pobre hombre con mi familia.

Una última leída a mi libro de cuentas y me quedo dormida, soñando con unos ojos grises que tanto odio.

Notita Navideña:

Gracias infinitas por leerme, espero les este gustando la histotia. ☻

Disculpen las faltas y errores, intento mejorar cada vez.

Hasta el próximo capítulo .♥

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