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SAHARA CASTILLO

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SAHARA CASTILLO

—Vaya esto es... pintoresco.

Y realmente sí.

Comprendía el asombro de Bill, nuestro pueblo era pequeño y no hay muchos habitantes en el. Así que la feria del pueblo era solo unos cuantos puestos con comida, dos atracciones mecánicas — la dichosa rueda de la fortuna que probablemente si alguien se subía moriría y la del carrusel que no se ve mucho mejor —, además que no había mucho que jugar o comer.

Una pequeña parte de mí esta disfrutando su incomodidad, ¿esperaba algo ostentoso? Lastima señor MacMillan, aquí no estamos rodeados de lujos pero sí somos felices.

—Podemos empezar con algún bocadillo —digo para traerlo a la realidad.

Esta noche tengo una nueva meta que es: hacerlo sentir lo más incómodo posible.

Él solo asiente y nos dirigimos a un puesto del lugar y reconozco quien lo atiende, es Martha, una amiga de mi madre. Aunque ella una persona sumamente dulce sus bizcochos navideños no lo son tanto, a pesar de eso se venden muy bien por la falta de personas que los hacen.

—Por cierto —Bill se aclara la garganta mientras nos acercamos —, esta noche te ves muy hermosa, Sahara.

No digo nada pero mis mejillas se calientan por su comentario.

—Sahara, linda ¿Cómo estás? — Martha nos recibe alegre como siempre, su abrigo casi se la come por completo. Yo titileo del frío con este vestido pero el alago de Bill hace merecer el sacrificio — ¡Tenía mucho de que no te veía!

—Hola, Martha —saludo con una sonrisa —. He tenido mucho trabajo estos años así que no es común que venga.

—¡Ni que me lo digas! —Martha empieza a emplatar unos bizcochos sin que se los pida —. La bruja de tu jefe debe tenerte muy atormentada.

Escucho una tos detrás mía y volteo a ver a Bill que nos ve con cara de poker. ¿Qué pasa bebé Bill, no conocías a la bruja que tenías como madre?

— Oh, jovencito —Martha se fija finalmente en Bill —. ¿Vienes con la niña Sahara?

—Sí, es un amigo —respondo rápidamente.

—¡Siéntense niños, ahorita les traigo deliciosa comida!

Un silencio incómodo se siente entre nosotros mientras ella prepara chocolate y sirve los bizcochos de chocolate. Cuando nos sirve le agradezco, así que guió a Bill a una mesa donde se supone que se come la comida de aquí.

—Oye, con respecto a lo anterior...

—Tranquila, sé que mi madre no fue un ángel — no digo nada más por su expresión seria que me da.

Empiezo tomando un sorbo de chocolate y no puedo evitar cerrar los ojos de placer, tal vez Martha no sepa hacer bizcochos pero su chocolate con Whisky y canela es la gloria.

UNA FALSA CITA PARA NAVIDAD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora