2.3 Mi deseo.

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“Eres un verdadero lunático”

Kyu-bin se acostó y se llevó un cigarrillo a la boca.  Desde que su madre reaccionó histéricamente al olor de los cigarrillos dentro de la casa, había salido a fumar con regularidad al jardín, pero ahora mismo no tenía energía para eso.

“Jo Kyu-bin, eres un maldito perro lunático”.

Se maldijo a sí mismo y siguió fumando el cigarrillo encendido. La ceniza empezó a caer y la sacudió dentro de un simple cenicero que tenía en la mano, dejando salir el humo de su boca directamente al techo.

No podía moverse. Todo lo que podía hacer era inclinar la cabeza o la mano. Su espalda, qué parecía haberse derretido, no tenía ninguna fuerza. Había palpitaciones entre sus nalgas, y los músculos de sus muslos, que estaban llenos de huellas de manos profundamente marcadas, los sentía absolutamente flojos.

Eunbin se había quedado profundamente dormido junto a él, como si se hubiera desmayado después de probar el sexo por primera vez. Al ver el débil líquido viscoso que fluía por su trasero, parecía que Kyubin no había dormido mucho antes de despertarse.

¿Cómo se supone que debería limpiar su parte trasera?

Aún con el cigarrillo en la boca, Kyubin tomó su celular e ingresó varios términos de búsqueda en el navegador. Algunos decían que si la pareja había eyaculado dentro sin usar condón, debería lavarse con agua, y que de todos modos el cuerpo no lo absorbería. Otros decían que, podía esperar a ir a defecar para que el semen salga por sí mismo.

Frunció el seño y apagó su celular. Tenía el presentimiento de que iba a sentirse humillado si seguía leyendo las formas de limpiarse. No tenía malestar estomacal ni se sentía disgustado, así que decidió quedarse sin hacer nada, con la excusa de estar demasiado cansado como para hacer algún movimiento.

Kyu-bin apagó su cigarrillo a medio fumar en el cenicero y miró a Eun-bin. Por un tiempo, está persona había estado confundida y luchando consigo mismo por no saber quién era. Mirándolo ahora, su rostro parecía estar lleno de vida al haber probado algo nuevo. Con una expresión brillante y una piel clara, Eunbin parecía estar tan satisfecho con el sexo como Kyubin. Ahora ya le era imposible ignorar que existía una inmensa compatibilidad entre ellos.

Kyu-bin se había acostado con innumerables mujeres hasta ahora, pero esta fue la primera vez que perdió la razón y se dejó llevar, moviendo su cuerpo como un animal.

La mente de Eun-bin no era diferente a la de un niño pequeño, pero al verlo sacudir instintivamente la espalda para perseguir su placer sin que nadie se lo enseñara y sin haber tenido antes una pareja, lo hizo preguntarse de dónde había obtenido tal desesperación.

Gracias a sus pensamientos, Kyu-bin de repente fue muy consciente de la realidad: habían follado siendo hermanos.

Suspiró profundamente.

“¿Qué debería hacer ahora?”

No es como si alguien le pudiera responder a una pregunta murmurada al viento. No servía de nada llorar sobre la leche derramada. El error fue demasiado grande para poder arreglarlo. Ahora, solo se trataba de intentar no hacerlo por una segunda ocasión, diciendo: Fue una vez, no volverá a pasar.

“Bueno…”

Eun-bin abrió los ojos ante los movimientos de Kyubin. Cuando sus mirada se encontró con la de Eunbin, que lo observaba desde una distancia cercana, Kyubin se estremeció. Estaba avergonzado y no sabía qué hacer. Tuvo la sensación de que un sudor frío le recorrió la espalda.

Hermanos del deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora