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Yeonjun fue incapaz de conciliar el sueño durante el resto de la noche. Aunque estaba cómodo con Soobin entre sus brazos, en más de una ocasión la idea de despertarlo solo para disculparse de nuevo había cruzado por su cabeza, pero se veía eliminada apenas se percataba de que eso solo empeoraría las cosas.

Se sentía terrible. Ya ni siquiera recordaba cuáles eran las frustraciones que lo habían llevado a cometer el crimen de comparar a Soobin con Minhyuck, pero estaba seguro de que no tenían sustento.

Quería hablar con él y solucionar las cosas de inmediato. Si no podía, al menos necesitaba hacer algo. Incluso consideró levantarse y hacer tareas en su laptop durante toda la madrugada, ya que sabía que de todos modos no podría dormir con tantas voces ansiosas despiertas en su cabeza.

Sin embargo, esas mismas voces se encargaron de impedir su productividad académica, al hacerle regresionar a uno de sus peores miedos de la infancia: quedar solo.

De niño, cuando tenía una pesadilla, solía escabullirse a la habitación de su mamá para dormir sobre su pecho, porque solo así se calmaba un poco. Ahora, de grande, sentía que si soltaba a Soobin, desaparecería. Estaba tan acostumbrado a los altibajos emocionales y las partidas que, a pesar de todo, necesitaba aferrarse físicamente a él, o de lo contrario, creía que se iría volando, lejos, como si los últimos meses hubiesen sido solo un sueño, demasiado perfecto para ser real.

Cerró los ojos con fuerza apenas su mente lo llevó al hoyo más profundo de la ansiedad de separación, rodeando el cuerpo de Soobin como si fuera lo más preciado del mundo. Realmente lo era.

Eventualmente, entró al limbo entre el sueño y la vigilia, aún con la cabeza llena de escenarios ficticios de cómo debía actuar cuando amaneciera. En sus relaciones previas, había aprendido a maniobrar su camino por las discusiones de formas distintas, desde la extrema complacencia con Minhyuck hasta un intento de diálogo más saludable con Kai. Lo que tenían en común era que siempre le atacaba esa chispa de tensión en la soga que sostenía el vínculo, que lo llevaba a dudar de la fuerza con la que el otro sujetaba su lado de la soga, a magullarse las manos tirando de la soga con todas sus fuerzas y a terminar por caer hacia atrás cuando inevitablemente se quebraba.

Con Soobin, curiosamente, ese sentimiento no duró tanto. En el limbo de la madrugada, su cerebro comenzó a calmarse, a recordarle que Soobin no soltaría la soga y tampoco le dejaría astillarse las manos con ella. No le guardaría rencores; incluso había aceptado su disculpa desesperada la noche anterior, y seguro estaría dispuesto a mantener una conversación sana ahora que las aguas se habían calmado.

Su corazón se quedó más tranquilo tras esa realización, al recordar que Soobin le había dicho que no se iría. Incluso logró sentir la ilusión de caer dormido por un instante... hasta que la luz del día lo volvió a despertar.

Se removió suavemente para no despertar a su novio al alejarse y buscar su celular, donde vio que apenas eran las seis y algo de la mañana. Eso significaba que aún tenía tiempo para remediar su error.

Si seguía sin ponerle límites a Minhyuck, no solo se hacía daño a sí mismo por regresar a aquella época en la que solía ser tan débil, sino que también le hacía daño a Soobin. Debía demostrarle que sí le importaba, que sí lo quería, que estaba dispuesto a luchar por él, no por su ex.

Dispuesto a hablar con su mamá antes de que se fuera a trabajar, se levantó de la cama y tomó una ducha que lo despertara adecuadamente. Tras asearse, regresó a su pijama para pasear por la casa.

Cuando llegó al comedor, se percató de que los platos de la noche anterior seguían allí afuera. No soportaba ver un desorden acumulado, así que recogió los platos y se encargó de lavar todo, ocasionalmente bostezando y tarareando canciones que rondaban por su cabeza.

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