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Unos minutos después, Soobin permanecía desparramado sobre la silla del escritorio de Yeonjun, jadeante.

La culpa comenzaba a trepar por su cuerpo, asentándose en su cabeza. Acababa de correrse mientras atendía un video de su compañero de cuarto portando una polera con su aroma y masturbándose al gemir su nombre. Aquello no sentaba bien con su consciencia, no cuando no había tenido su consentimiento para ver ese video.

Lo peor era que probablemente había sido la mejor paja que se hacía en un buen tiempo, y no sabía cómo explicárselo ni a sí mismo.

El primer vídeo que completó había llegado a su fin, y ahora lo que proyectaba la pantalla era el aviso de reproducción automática hacia el siguiente clip, para el cual no se molestó en presionar pausa. Primero tenía que limpiarse un poco con los tisúes que había encontrado.

Ya era hora de detenerse. Era un milagro que Yeonjun no lo hubiese atrapado para ese entonces, pero seguro que ya estaba por regresar a la habitación. Ya tenía suficiente material audiovisual para rememorar durante los siguientes días: las casi fantasiosas imágenes del perfecto cuerpo del mayor que podía repetir una y otra vez dentro de su cabeza cuando estuviese caliente. Ya era suficiente, ya se había corrido, ahora debía darle pausa al video y dejar el interfaz de la página web tal como lo había encontrado para volver a sus propios asuntos.

Y, sin embargo, esos videos se habían convertido en drogas para Soobin. El sistema de recompensa de su cerebro respondía favorablemente a ellos, controlando a su cuerpo para que no deje de verlos.

Play.

El siguiente video, en reproducción automática, también tenía a un protagonista exclusivo. Si se hubiese cruzado con él por el internet, sin saber su origen, probablemente no se hubiese percatado de que era Yeonjun, puesto a que lo único que mostraba en un inicio era una desvergonzada toma de su entrepierna, cubierta sólo por unos boxers de marca que dejaban poco a la imaginación.

En cuestión de segundos, la venosa diestra del protagonista pasó la tela de su ropa interior para sujetar su erección, mostrando sólo su rosado glande frente a la cámara. Acariciaba el largo con paciencia, poco a poco permitiéndole una vista completa al espectador, cuando se alejó unos pasos hasta que sus tonificados abdominales estuviesen visibles.

Soobin dejó escapar un suspiro notoriamente alto, que no pudo escuchar sólo porque tenía los audífonos puestos.

Siempre necesitaba un descanso después de un primer orgasmo que lo dejara saciado, o al menos eso creía. Ahora se sentía repentinamente acalorado, tanto como o más que con el video anterior. Pese a que agitó una mano para hacerse aire a sí mismo, seguía con las orejas hirviendo y era incapaz de apartar la mirada de la pantalla. Estaba muy inmerso en la trama.

La trama era, por supuesto, el jodidamente perfecto cuerpo de su compañero de habitación. Las venas notorias de su diestra, sus músculos, su polla gruesa y rosada con una ligera curvatura hacia arriba... ¿Realmente le estaba poniendo mirar el pene de otro hombre?

Era jodidamente doloroso observarlo mientras se encontraba en su periodo refractario, esos minutos durante los que debía descansar antes de que pueda volver a mantener una erección. Sin embargo, su cerebro imitaba el influjo de dopamina que recibiría si tuviese a Yeonjun al frente suyo, dejándole tortuosas cosquillas en todo el cuerpo.

Una delgada capa de sudor cubría su cuerpo, inquieto, ansioso por poder tocarse y sentir el mismo placer de antes. Tan sólo le quedaba pasar por el plácido tormento.

Todo bien, hasta la repentina interrupción de un súbito golpecito sobre su hombro le sobresaltó, propinándole una sacudida del susto.

Oh, no.

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