Canto IV.

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Lucas

Tener a Samael ahí, justo frente a mí después de tantos meses de no dejar de pensar en él, hizo que mi corazón latiera enloquecido dentro de mi pecho.

No supe determinar si la batalla de sentimientos que tenían lugar en mi interior, eran de incredulidad o de emoción, pero cuando Samael apoyó la mano en la pared, metiendo la otra en el bolsillo de su pantalón e inclinándose hacia mí, tuve la certera sensación de que mi corazón bombeaba sangre con la vorágine de un maldito huracán.

—Hola, cachorrito — habló, dejándome sin palabras.

De verdad creí que me encontraba en el sueño más absurdo de todos, porque no era posible que mis esfuerzos por encontrar a este hombre fracasaran extraordinariamente y, justo cuando decidía rendirme, él sólo aparecía frente a mí así, sin más. ¿Qué clase de broma era?

— ¿Vas a quedarte ahí, mirándome de esa manera? — Inquirió, con una sonrisita llena de audacia.

—Vete a la mierda — de todas las cosas que pude haber dicho, decidí soltar la menos amable porque estaba molesto. No con él –bueno, un poco, tal vez–, sino con el simple hecho de que apareciera así después de los meses que me tomó buscarlo.

—No deberías hablarme de ese modo.

— ¡Te largaste! — Reproché de inmediato —. ¿Qué esperabas? ¿Un abrazo? ¿Un beso? ¿Follar de nuevo?

—Eso no suena tan mal.

Fruncí el ceño.

—Dios, no puedo...

—Oh, no digas ese nombre — murmuró, inclinándose hacia mí —. Lo odio.

Lo aparté de mí dándole un empujón, porque con solo sentir su cuerpo tan cerca del mío, mis piernas comenzaron a sentirse débiles.

— ¿Qué sucede contigo? ¿Por qué demonios estás tan molesto? — Preguntó, dando un paso atrás.

— ¡Sucede que te largaste! — le grité —. Tuvimos sexo y cuando desperté ya no estabas.

Soltó una risa burlesca.

—Por el maldito infierno — se llevó una mano a la cara —, no pudiste tomártelo tan en serio.

— ¿Qué?

—Pensé que estabas de acuerdo en que tener sexo con un desconocido no es tan importante. No debiste tomártelo tan personal.

Samael tenía un punto. Uno muy bueno porque, probablemente, tendría más sentido que me molestara con él si ya lleváramos un tiempo tratándonos y entonces se largara después del sexo; algo así como primero darme esperanzas y luego jugar conmigo, igual que en una película adolescente, pero la realidad es mucho más simple porque no somos adolescentes y apenas conozco a Samael. ¡Ni siquiera sé su nombre completo! Entonces, ¿por qué me molesta tanto?

Hidromiel.  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora