Canto XXXVI.

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Ya saben que aquí pueden depositar su respectivo YA LLEGUÉ y dejar muchos comentarios en este capítulo que está re intenso, jiji:

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En contra de las creencias populares, Eva no fue la primera mujer. Fue Lilith.

Lilith fue creada de la misma forma que Adán con el único propósito de ser su compañera, pero rápidamente demostró que no estaba dispuesta a someterse a los deseos y caprichos de un hombre... Y esa actitud no fue bien recibida en el Edén.

Sus ansias de libertad, de independencia y de ser capaz de decidir por sí misma sin tener que ajustarse a los indeseables caprichos de Adán, hicieron que Lilith fuera vista por el primer hombre como una insolente creación defectuosa con la cual intentaba lidiar y someter a pesar de que Lilith siempre expresó una verdad que Adán no soportaba: «Yo también soy tu igual». Por eso, al darse cuenta de que el hombre que debía ser su compañero estaba encerrado en una idea falócrata, Lilith decidió abandonarlo.

Con lo que Adán no contaba era que «su mujer», congeniaría demasiado bien con el Diablo, en quien no le fue difícil encontrar algo más que un aliado.

Lilith y Luzbel estuvieron juntos durante mucho tiempo. No de forma sentimental pues a ninguno de los dos se le daba muy bien formar vínculos más allá de lo físico, pero se conocían bastante el uno al otro, y Lilith era el único ser en el Infierno en quien Samael había depositado un mínimo de confianza, ya que ella había demostrado que ambos luchaban por las mismas cosas. Y si hasta el momento la Diosa madre había mantenido su distancia con respecto a la anunciada guerra entre el Diablo y la Legión de Ángeles, era porque, en pocas palabras, a ella no le interesaba.

Por otra parte, Casandra de Troya había jurado hace mucho tiempo que nunca volvería a pisar el Exsilium—un lugar más allá de los límites del Noveno Círculo—, porque ahí se encontraba Lilith, y la última vez que se había reunido con ella — hace ya algunos siglos—, ambas estuvieron envueltas en una discusión que no terminó muy bien.

No obstante, su incapacidad visual le había dificultado establecer un rumbo fijo, en especial sin alguien que pudiera guiarla, por eso no fue consciente de que había entrado al territorio de Lilith sino hasta que registró las ásperas manos de la Diosa madre en su sucio rostro.

La piel morena de Lilith brillaba con los azafranados rayos de luz que proyectaban los cielos del Infierno. Su cabello, tan negro como el carbón, caía por su espalda hasta llegar a su cintura. El vestido rojo que llevaba puesto contrastaba con el brillo carmesí de sus ojos, y hacía relucir el collar que colgaba de su cuello, el cual se trataba de una auténtica reliquia en el Infierno; era un objeto valioso por el que incluso los arcángeles habrían dado cualquier cosa, y estaba bajo el poder de aquella que fue creada para someterse a Adán, y que ahora era considerada la perdición de cualquier hombre que se topara con ella.

Hidromiel.  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora