capítulo 13.

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En el campo de entrenamiento, el emperador jugaba con su pequeño hijo con espadas de madera mientras era observado por su general y los demás guardias

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En el campo de entrenamiento, el emperador jugaba con su pequeño hijo con espadas de madera mientras era observado por su general y los demás guardias.

Todos en el palacio disfrutaban ver al joven príncipe pasar tiempo con su padre ya que al ser el único hijo de su emperador el príncipe era la única alegría en ese palacio.

—A-Song, ríndete, ya estas vencido, tu padre nunca hace trampa.

Cargó al niño en brazos y se acerco a su general.

—Hermano MingJue, juega conmigo, mi padre ya no quiere.

Hablo el pequeño haciendo un gesto de enfado.

—Su alteza, usted fue vencido por su majestad, y yo estoy herido como para combatir con un excelente guerrero.

Expuso el general fingiendo sufrimiento en su rostro, al príncipe al ver eso se echó a reír mientras iba a jugar con los otros guardias.

—Su majestad, luce más feliz de lo que acostumbra.

El susodicho lo miro y le regalo una sonrisa.

—MingJue, a ti no te puedo ocultar nada, realmente lo estoy.

La platica era agradable entre los dos hombres, pero fue interrumpida cuando se anunció la presencia de la emperatriz, que a pesar de haber estado muy molesto hace un tiempo atrás, ahora lucia con elegancia las túnicas con patrones de nubes del imperio.

Xichen al ver esto sonrió orgullo por la elegancia y porte que lucia la madre de su hijo, pero aun así, teniendo a Jin Guangyao en frente no pudo evitar imaginar al hermoso doncel de ojos violeta luciendo las túnicas del imperio, el blanco era hermoso en él, no lo iba a negar, pero quería verlo vestido con esas túnicas en color morado, mientras su hermoso cabello era adornado por la elegante corona de fénix que la emperatriz nunca opto por usar.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la fría voz de su emperatriz.

—Vengo a llevarme a Rusong, es hora de volver a sus clases.

Dijo tomando la mano de su hijo. El príncipe la soltó y se fue con su padre.

—No me quiero ir, quiero seguir jugando.

El Jin miro los ojos de su marido, esos fríos ojos que reflejaban tristeza, enojo y reproche.

—A-Song, no molestes más y dejemos al emperador seguir con su trabajo.

—Mi hijo no es ninguna molestia, pero tu madre tiene razón, ve con él, príncipe.
La emperatriz no quito sus ojos de los del emperador en ningún momento y sin decir nada más, se alejó.

—Tal parece que su emperatriz está muy molesto.

Lan Xichen dejó escapar un suspiro.

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El esclavo de Yunmeng (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora