024.-Kuroko. Contaminado.

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―Ya estoy alucinando―Mencionó Kagami sonriendo apesadumbrado al escuchar esa voz tan conocida para él, pero no podía ser, en verdad que no podía ser. ―.Esto no tiene lógica alguna.

―Kagami-kun, soy yo.

No había nadie a quien mirar en todo el lugar, lloró con más desesperación ¿Por qué su mente era tan traicionera con el mismo? ¿Por qué no aceptaba que Kuroko no volvería de una vez por todas? Se revolvió el cabello negando.

―Kagami-kun, créeme por favor, aquí estoy.

La voz era nítida. Idéntica a como la recordaba de su amado Omega.

―Basta, aquí no hay nadie, mente, deja de jugar con mis sentimientos...―Respiró profundo tratando de no dejarse llevar demasiado por las emociones. Era obvio que estaba enloqueciendo de alguna manera.

―Por favor no digas eso Kagami-kun, no puedes verme, pero estoy aquí.

El tigre negó reiteradas veces con la cabeza.

―No, no, no, no y no ¡Basta!

Sintió que algo lo empujo y lo golpeo en la cara. Esta alucinación era poderosa.

―¡Maldita sea! ¡Te estoy diciendo que estoy aquí! ―Una especie de brisa abrió la puerta, para después de sentir ruido de agua caer de manera ruidosa, luego un saco con harina entro por sí solo a la habitación derramándose encima de algo o alguien.

―No puede ser...Kuro...ko. ¡Kuroko! ¿¡Estoy alucinando verdad?! ¡TU YA NO ESTAS AQUÍ!

―¡Maldición Kagami-kun! ¡AQUÍ ESTOY, NO PUEDO HACERME VISIBLE, ¡EXCEPTO CON ESTO! ― Una figura que ya conocida estaba llena de harina gritándole.

La gente de la casa corrió al escuchar una voz conocida y el griterío.

―¿KUROKO? 

 El segundo emperador miraba desde un cristal a su marido, fijándose en sus pestañas largas, su piel blanca casi como si fuese una porcelana, su cabello rojo similar a la sangre que había crecido a pesar que no se movía de ese lugar estático

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El segundo emperador miraba desde un cristal a su marido, fijándose en sus pestañas largas, su piel blanca casi como si fuese una porcelana, su cabello rojo similar a la sangre que había crecido a pesar que no se movía de ese lugar estático. No estaba muerto aún, pero esa especie de sarcófago donde lo llevaban era para impedir que nada lo perturbase durante el viaje de nuevo a Japón.

Cada día en que no despertaba era un suplicio para Hata. No soportaba verlo así.

―Prometo cariño que buscare la solución y despertarás...o juro que destruiré a todo Japón. ―Lo destapo de ese cristal levemente para darle un beso en los labios, un roce cariñoso mientras aguas aperladas bajaban por sus mejillas y caían en las ajenas, lo extrañaba demasiado. Pero creo que una persona podrá ayudarme a buscar la solución, si él no la tiene, su propio país estará condenado.

Esta vez su prioridad seria solo su esposo, tratar de que despertase sería lo más importante para él y mataría a quien sea con tal de obtener lo que quería, no le importaba que fuese conocido o desconocido. Su pareja era lo más importante para él y se lo arrebataban era capaz de lo que fuera.

Miro al horizonte aquel castaño luego de cubrir al emperador de nuevo con el cristal que tenía un leve agujero para que respirase en aquel barco, ya faltaba mucho menos para llegar a destino y encontrar una solución a lo que necesitaba.

  Miro al horizonte aquel castaño luego de cubrir al emperador de nuevo con el cristal que tenía un leve agujero para que respirase en aquel barco, ya faltaba mucho menos para llegar a destino y encontrar una solución a lo que necesitaba

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Lazos Involuntarios (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora