Capítulo XIX

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Estaba demasiado cansada para abrir los ojos, pero el calor era abrumador y el peso que sentía encima de su cuerpo le hizo despertarse con pereza, le bastaron unos minutos para entender lo que estaba pasando.

Su cuerpo desnudo y aún con sudor de la ajetreada noche, la ponía en alerta, aunque demasiado tarde para decir algo o siquiera protestar, al igual que la noche aquella en la que habían dormido juntos, despertó en sus brazos, pero a diferencia de esa tarde ahora estaban desnudos y la mañana ni siquiera había llegado.

Se sentó en la cama después de liberarse de los fuertes brazos que minutos antes tenían prisionero su cuerpo, al ver que su compañero en la cama no se despertaba se levantó, no encontró su ropa cerca así que uso lo primero que encontró, una camisa que abrigó su cuerpo desnudo, el tamaño de ella comparado con el de él se podía apreciar la gran diferencia, a ella la camisa le cubría hasta la mitad de sus muslos.

Fue hasta su habitación y de su escondite secreto, sacó una cajetilla de cigarros luego fue al bar por una botella que luego subió al tercer piso y se acomodó frente al balcón, acomodó el cigarro en su boca y lo encendió, dio una gran bocanada de humo y cuando las lágrimas bajaron expulso el aire contaminado de sus pulmones.

—¿Hasta donde vamos a llegar Demon?

<<En la tarde...

—Soy Lauren Stottlemeyer— Dijo la niñera al llegar al hospital, en la recepción.

—Señora Falconi, la estaba esperando— Natalia pasaba casualmente por la entrada cuando vio llegar a la mujer que estaba esperando.

—Prefiero que me llame por Stottlemeyer o Díaz, pero Falconi no, ese apellido me desagrada tanto como el paciente tuyo que lo usa.

—Ven conmigo, aparte de eso, tengo mucha curiosidad ¿Qué hacías en la casa de mi hermano?

—Soy la niñera de Nathan...

—Oh ¡Que interesante! ¿Ya sabías que era mi sobrino?

—Antes de hoy ni sabía que tenías familia, King.

—¿Cómo diablos es que somos amigas?

—Solo Dios sabe como resultó eso... Además sino te hubiera pedido que te hicieras cargo del demonio ese, no sabrías mucho tampoco...

—Es cierto... Jamás me hubiera enterado que estás casada.

—Me gusta tu hermano y amo tu sobrino, solo quería decírtelo antes que a cualquiera.

—Oh... A mí me gusta el tuyo, y sin embargo la vida se vuelve cada vez más complicada, por cierto es imposible no amar a Nathan. Oí que se fue con mis padres... Gracias por eso.

La conversación las había llevado hasta el cuarto donde se encontraba el paciente.

—No dirás nada respecto a tu hermano...

—Él ya es un adulto, y tú también, lo que hagan entre los dos me tiene sin cuidado, y respecto a lo que afecte a Nathan, bueno, está entre ustedes y su conciencia, has sido mi amiga los últimos diez años, sé que cuando los lastimes no será tu intención... Aún así nada evitará que lo hagas.

—No quiero lastimarlo.

—Pero lo harás, y eso querida es inevitable... Ahora respóndeme una pregunta, siempre he tenido curiosidad...

—Dime.

—¿Por qué lo llamas Damon en vez de su nombre, Damian?

—Porque un día, pronuncié mal su nombre y así quedó, en parte porque desde el principio sabía que era un demonio, pero mi estupidez mental no me permitió entenderlo.

Una madre para Nathan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora