Capítulo VIII

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Stephanie se paseaba con Nathan por el centro comercial ya por octava vez, hasta el pequeño se veía cansado aunque intentaba ocultarlo para que su guardiana no se sintiera decepcionada, aunque eso jamás fuese a suceder, pero el pequeño tenía la desconfianza de que algo malo pasara, se veía distraída y molesta.

—Mejor vamos a comer, esto es una completa estúpidez—Funfurruñó la niñera.

—¿Qué pasa? ¿Te molesto?— Las preguntas hicieron que Step mirara rápidamente a su pequeño acompañante.

Se había dejado llevar por sus pensamientos y de cierta lo había olvidado, no había notado lo cansado que se veía.

—Ven acá, lo lamento, estaba distraía en mis pensamientos— Le abrazó —Necesito que me prometas algo.

—¿Qué cosa?

—Prometeme, que cuando te sientas mal, triste, o quieras algo dímelo, sin importar que sea, no me voy a enojar así sea malo, ya lo solucionaremos después ¿Vale?

—Hmmm... Está bien... Quiero ir al baño.

—Vamos cariño, solo espero que no te hayas estado aguantando, sabes que le hace daño a tu cuerpo.

Después de la ida al baño y asearse, fueron a la sección de comidas y disfrutaron de una deliciosa merienda.

La verdad era que Stephanie había estado vagando por el centro comercial mientras intentaba descubrir cuáles eran las intenciones de la invitación, después de todo su nervioso jefe le había dado con mucha sospecha su tarjeta de crédito para que se comprara algo apropiado para la ocasión, así que no podía descifrar por si misma si era una trampa por el monto que se gastara, porque comprara o una prueba a su personalidad, de lo que no tenía ni la menor duda, era de que había una prueba en ello.

Era lógico que la probaran, ni siquiera el mismísimo Alexander King tenía una idea sobre ella, más que de haber cuidado a su hijo esa triste ocasión, y es que la falta de información era algo que ella había prolongado con plena intención, más allá de su nombre no quería decir nada que tuviera que ver con su pasado, ni siquiera el más recién, aunque también estaba plenamente consciente de que la realidad es una perra que no distingue tiempos y en algún momento le iba a echar en cara, que lo que se guardaba para sí, no era parte del pasado sino de un presente disperso que quería alejar.

Le dolía que la sacarán de la vida de Nathan solo por ser ella, sobre todo porque él sufriría mucho, en su caso ya estaba acostumbrada al dolor, después de todo su corazón estaba tan herido y maltrecho que era difícil entender como seguía latiendo.

Después de pensarlo mucho, y de suspirar como si su vida dependiera de la decisión que estaba por tomar se resolvió. Solo una había una manera de enfrentar cualquier situación, de frente y con valentía como el soldado que va primero en el frente de batalla, nadie quiere ser ese, pero alguien tiene que hacerlo.

—Nathan ¿Sabes que te quiero?

El pequeño se quedó viéndola confundido para afirmar con su cabecita, mientras trataba de masticar más rápido el bocado de hamburguesa en su boca, para poder contestar.

—Quiero que entiendas algo cariño— Tomó sus manitos con las suyas —A veces nos tenemos que alejar de las personas que queremos por su propio bien, más no es porque así lo deseemos.

—¿Me vas a dejar?— Esos ojitos tristes y el tono casi imperceptible hicieron que se le terminara de romper el corazón a Step.

—No, no voy a hacerlo, mientras sea mi decisión y mi poder no lo haré, pero si algún día lo hago, no es tu culpa, porque no existe nadie más lindo que tú.

Una madre para Nathan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora