El que Venezuela siempre halagara a Siria no era algo raro. Es más, para el árabe ya era costumbre recibir un halago por parte del latino cada vez que estaban juntos.
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Siria: *Se viste elegante*
Venezuela: ¡Tremenda pinta, mariquito explosivo! Bien chikiluki, ¿Va pa' unos quince años o cómo es el beta?
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Siria: *Pinta un bello paisaje con óleo*
Venezuela: Pana, pero si uste' pinta bien fino vale...no como yo, pero igualito le quedó fino.
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Siria: *Canta Colgando en tus manos en su idioma*
Venezuela: No entiendo un coño...pero me encanta su voz, chamo.
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Siria: *Hace un cisne con una servilleta*
Venezuela: Veeeerrrgaaaa, 'ta malandro, de pana que usted siempre me sorprende con algo nuevo.
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Siria: ¿Venezuela?
El sirio, quien estaba tomando un vaso de juguito de mando, observó al venezolano. El cual estaba tomando jugo de mando también.
Venezuela: Mande.
Siria: ¿Por qué siempre andas dándome cumplidos por cualquier cosa que hago?
Venezuela: Pos, porque se los merece, chamo.
El árabe vio con algo de confusión al latino.
Siria: Pero...¿Por qué?
Venezuela terminó de tomarse el jugo, poniendo su mano en su mento haciendo como si estuviera pensando. Siria esperaba paciente por la respuesta.
Venezuela: Pues...porque usted es especial, pana. Aunque no lo crea, tiene muchos talentos y hace cosas maravillosas...y para eso estoy yo, halagandolo...pa' que se dé cuenta de lo maravilloso que es.
El pelirrojo se sorprendió ante la respuesta del venezolano. Nunca nadie le había dicho algo así. Se le hacía raro que no anduviera atrás de Irak, halagandolo, ya que Siria todavía creía que a Venezuela le gustaba el iraki, aunque nunca hablen de ese tema.
Siria: Eeeh...pues...gracias por decírmelo.
El rubio solamente le regaló una amigable sonrisa al sirio.
Venezuela: Usted tranquilo, que para eso estamos los panas.
Siria: Sí...panas.
Este mostró una pequeña sonrisa.
