La crisis lo estaba atormentando, más grietas brotaban por su cuerpo, el dolor era fatal y se encontraba en una de esas horribles pesadillas en las que son imposibles despertar.
Siria, desde el pasillo de la casa del ruso, podía escuchar los pequeños quejidos provocados por Venezuela desde la habitación de invitados en la que se situaba.
¿Debía entrar?
Se lo pensó por un momento, hasta que por fin accedió a entrar a aquella alcoba.
Lo que vio no le gustó mucho que digamos.
Al latino le escurría petróleo de las grietas que se le estaban formando, se notaba que le dolían. Además de estar dormido y quejarse por lo bajo mientras se removía sin parar en la cama...a simple vista se notaba que estaba teniendo un mal sueño.
Se sentía mal al verlo en ese estado. Se sentó al borde de la cama, viendo al venezolano fijamente.
Se recostó algo dudoso al lado de aquel país que estaba pasando por síntomas de crisis.
¿Debía hacerlo?
No estaba seguro, ya que dar afecto físico no era algo muy común en él.
<<Al carajo todo, no me gusta verlo sufrir así>>
Sin pensarlo, abrazó al de ocho estrellas, queriéndole brindar seguridad. Tardó un poco, pero el mayor fue calmandose, sintiendo la calidez que le daba el sirio.
No pasó mucho para que el sueño le fuera ganando al árabe, llegando al punto de quedarse dormido, fundido en un abrazo junto a su amigo de algunos años, el cual ahora es el país que le gustaba.
Sinceramente, una de las mejores noches para ambos.