Capítulo 2

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River entró sin hacer ruido en el salón y se arrebujó en la silla de cuero negro que le había regalado a Keanu, después de gastarse hasta el último penique de sus ahorros, cuando él y su amigo Jonathan habían volado rumbo a Nueva York para estudiar arquitectura. La silla recordaba el olor del propio Keanu. Apoyó la mejilla contra el cuero, blando y suave, y cerró los ojos. Durante años no había dejado de pensar en él ni un solo minuto. Sabía que podía lograrlo. Tenía que hacerlo.

Quizá no había sido tan terrible que Keanu obtuviera, de modo totalmente fortuito, un aperitivo de lo que el rubio quería entregarle...

River, vestido con unos vaqueros y una camiseta de su antiguo instituto, seguía acurrucado en la silla de cuero cuando Keanu regresó. Estaba hecho un ovillo y apenas se notaba su estatura. Keanu dio las gracias al cielo porque estuviera vestido y porque hubiera domesticado su pelo. River Phoenix tenía la melena rubia más salvaje que hubiera visto jamás. Era una verdadera tentación y, a veces, era como si tuviera vida propia.

Al verlo desnudo en su cama, con la melena rubia, había estado a punto de sufrir un infarto. La tentación se desvanecía un tanto cuando River se acomodaba el pelo. Y quizá, si se concentraba durante los próximos trescientos años, sería capaz de olvidar la forma en que la luz había incidido sobre su figura desnuda, atrapada bajo las sábanas de satén. Se metió las manos en los bolsillos y entró sin prisa en el salón.

—Hola.

River se sentó y se frotó los ojos adormilados. Se sonrojó y el color en sus mejillas rojizas se hicieron notar lentamente. Levantó los pies desnudos para colocarlos sobre la silla y rodeó las rodillas con sus brazos. Hubo un corto silencio, algo extraño.

—Parece una mujer muy agradable —comentó Phoenix y dibujó una tímida sonrisa en sus labios carnosos.

Keanu se sorprendió ante el humor que destilaba la mirada burlona de River y la exuberancia de su boca. Movió la cabeza en actitud de negación.

—No lo creas —replicó y se sentó en el pico de la mesa, frente al rubio.

Estaba agradecido al saber que River no sospechaba el inmenso esfuerzo a que se veía obligado para reprimir sus instintos y no saltar sobre él.

—No lo entiendo —dijo el rubio y frunció el ceño—. Si no te gusta, ¿por qué razón te estabas acostando con ella?

—Nunca me he acostado con ella, de momento —dijo Keanu—. Me gusta Stella y no quiero que cambies de tema. No quiero decir con esto que seas bienvenido en esta casa, pero ¿qué estás haciendo aquí?

—Pensaba que te habías marchado toda la semana a Nueva York —dijo River y apoyó la barbilla en su rodilla—. ¿Qué le has dicho a ella?

—Le he dicho que tienes un extraño sentido del ridículo, pero que en el fondo eres inofensivo —mintió Keanu, que sentía el peligro igual que un animal intuye el fuego.

—Estaba avergonzado. Supongo que ha sido todo muy raro para los tres. Y creo que lo he empeorado todo cuando he intentado reírme de la situación. Lamento haberte puesto en una situación embarazosa, Keanu. De verdad que lo siento —aseguró River—. Si quieres que llame a esa mujer...

—No hay necesidad, Riv. No te preocupes —explicó Keanu, que había notado perfectamente el apuro que había pasado River—. He vuelto de Nueva York antes de lo previsto.

River estaba precioso.Keanu podía observar sus labios carnosos balanceándose suavemente cada vez que el rubio hablaba. Retomó el hilo de su pensamiento.

—No me distraigas y responde a la pregunta —insistió—. ¿Qué estás haciendo aquí?

River bostezó y se frotó la punta de la nariz con la palma de la mano.

My Own Private RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora