Capítulo 10

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Jonathan había subido la apuesta y Keanu no estaba nada satisfecho. River ya tenía tres pretendientes que lo rondaban como un enjambre de abejas.

A Keanu le gustaban ambos sexos y consideraba el juego de la seducción como uno de los mayores placeres de este mundo. Pero River era otra cosa totalmente distinta. De todos modos,Keanu seguía una ley no escrita en su conducta que lo obligaba a no comprometerse. No era ningún secreto su opinión acerca del matrimonio.

En el momento en que River se soltó del brazo del bueno de Jerry, Keanu llamó a una mujer que llevaba sin ver varios meses. Denise era una rubia muy atractiva. Era inteligente y tenía ingenio. Además, no buscaba más que un poco de diversión y aceptaba las reglas de Keanu.

Había casi una docena de personas repartidas por la casa de la playa, trabajando. El resto estaban preparando una improvisada barbacoa junto a la playa. Keanu había impuesto un horario y unas tareas. Se habían sucedido las quejas por parte de su cuadrilla, pero el trabajo avanzaba a buen ritmo. River y Jerry estaban pintando la habitación de los invitados. Llevaban horas encerrados con la puerta cerrada. Keanu pensó mientras se servía un refresco que no había muebles en la habitación. Pero no alcanzaba a comprender que llevara tanto tiempo pintar una habitación pequeña.

—¿Intentas abrir la puerta con la fuerza de tu mente? —bromeó Jonathan al entrar en la cocina y descubrir a Keanu—. Creía que habías venido por refrescos.

—Estoy en ello —tomó la botella y unos vasos de plástico—. ¿Las señoras están nerviosas?

—Denise y Susan se preguntan por qué todo el mundo trabaja mientras tú te paseas de habitación en habitación dando órdenes.

—Todo forma parte del plan de trabajo —dijo y miró otra vez la puerta cerrada—. No es buena idea dejar a las dos chicas solas, Brandis. Podrían tramar algo perverso y terrible. Vuelve al trabajo.

—¿Ha vuelto a mencionar River algo acerca de marcharse? —preguntó Jonathan.

—No.

—Jerry y él hacen buena pareja, ¿no te parece?

Keanu había tenido la ridícula idea de invitar a un montón de gente cuando había visto a River cómo arrastraba a Jerry del brazo. La casa estaba atestada de cuerpos. Asediado por tanta gente, no hacía más que ir de un sitio a otro para supervisar las tareas.

—Creo que llevan ahí encerrados más tiempo del que haría falta para pintar la Capilla Sixtina —dijo Keanu.

—¿En serio? Pues entra y echa un vistazo.

—Toma, lleva esto a las señoritas —le entregó la botella y los vasos—. Voy enseguida.

River, sentado con las piernas cruzadas en el suelo, levantó la vista al sentir que abrían la puerta. Era Keanu. Gimió con exasperación y entornó los ojos hasta que Jerry no pudo contener la risa.

—¡Ha vuelto! Intenta parecer que estás muy ocupado antes de que nos encargue otra tarea —advirtió River con énfasis dramático.

—Tiene buen aspecto —dijo tras echar un vistazo a las paredes—. Has hecho un buen trabajo, Jerry ¿Podemos hablar un minuto, Riv?

—Por supuesto —dijo y apoyó la brocha sobre el bote de pintura—, siempre que me permitas reposar mi pobre brazo.

Keanu estaba impecable, pero River estaba cubierto de pintura de la cabeza a los pies. Una música atronadora los sorprendió mientras avanzaban por el pasillo.

—¿Qué es eso? —gritó River y siguió a Keanu hasta el porche.

Saliendo de la casa, cruzando el jardín hasta la carretera y, desde allí, bajaron a la playa. Pronto el potente sonido que provenía de la casa se amortiguó y fue sustituido por el susurro de las olas al romper sobre la arena. El día era espléndido porque estaba en compañía de Keanu. River se quitó las sandalias y aspiró el aire salado.

My Own Private RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora