Capítulo 3

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—¿No vas a decir nada? —preguntó River.

Luchaba para que los nervios no lo traicionaran mientras miraba directamente a Keanu, que estaba boquiabierto frente a él. Si bien había albergado muchas dudas antes de dar ese paso, había confiado en que no tendría que ir más lejos. Toda su vida se habría simplificado muchísimo si Keanu hubiera cortado de raíz su proposición y le hubiera declarado su amor eterno de una vez. Pero su plan no había obtenido los resultados apetecidos a simple vista. La actitud de Keanu con respecto a un arreglo de ese tipo no auguraba nada bueno para River. Había quemado todas sus naves en un último intento con la esperanza de que Keanu no la rechazara de nuevo.

No dejaba de pensar que diez años era mucho tiempo. Los dos habían madurado desde entonces. Ya no era el adolescente impulsivo e ingenuo. Conocía a Keanu mucho más profundamente y, si quería que el plan resultara, la idea de la seducción tendría que salir de su boca. Desgraciadamente, permanecía quieto con la misma expresión de asombro, incapaz de articular palabra.

—¿Y bien? —insistió River—. ¡Di algo!

—No tengo palabras.

—Te agradecería que superases tu incapacidad momentánea lo antes posible.

River buscó en su bolso un cuaderno amarillo y un lápiz. Empezó a escribir, en la parte superior de la hoja, «Futuros Candidatos». Quería darle un poco más de tiempo a Keanu para que asimilara sus palabras, y elaborar una lista era una simple excusa. River levantó la mirada y comprobó que Keanu lo miraba de soslayo.

—¿Qué? —preguntó con toda su inocencia.

—¿A qué te refieres cuando dices que quieres que te busque un marido? ¡Sientes un rechazo casi visceral hacia el matrimonio!

—No es cierto. Eres tú quien piensa así —señaló River, que intentaba parecer despreocupado—. Siento aversión hacia los matrimonios de mi madre. Quizá mi pobre juicio acerca del matrimonio sea hereditario y mi visión sea más cercana a la de mi madre de lo que a mí me gustaría. Sencillamente, no confío en mi propio juicio.

—¿Y vas a confiar en el mío? —preguntó Keanu—. Yo tampoco creo en el matrimonio, ¿recuerdas?

River lo recordaba perfectamente y nunca lo había olvidado.

—Encontrarás a tu media naranja algún día —apuntó River.

—No —negó Keanu tajante—. Nunca aparecerá. Y, si te soy sincero, me sorprende que quieras cometer los mismos errores de tu madre después de todo lo que hemos vivido.

—No cometeré los mismos errores que ella si tú me ayudas.

—Pues no lo entiendo. ¿Por qué yo?

—Necesito una persona a mi lado de la que poder hacerme cargo, Keanu. Tras la muerte de papá, comprendí que me gustaba cuidar a las personas. Me encanta estar en casa. Soy muy hogareño. Ya sé que en estos tiempos parece políticamente incorrecto descartar una carrera profesional para ejercer de ama de casa, pero es lo que me gusta hacer. Siempre puedo seguir jugando en Bolsa desde mi ordenador, pero si tuviera que dejarlo mañana, no me importaría. Supongo que estoy chapado a la antigua. ¿Qué puedo decir? Quiero un marido que me ame y al que entregar todo mi amor. Y niños, con el tiempo. Me gustaría tener un par de perros y una casa con un gran jardín. ¿Acaso estoy pidiendo demasiado? ¿Adónde vas?

—Voy a preparar más chocolate —dijo Keanu.

—Todavía queda un poco —dijo River y tendió su taza hacia Keanu para que la rellenara.

Observó con atención cómo los músculos de su brazo se tensaban bajo la sudadera verde. Contuvo la respiración un rato hasta que su cuerpo necesitó aire. No recordaba que Keanu hubiera expresado nunca con tanta rotundidad su intención de permanecer soltero. Recordaba que alguna vez se lo había dicho después de que su madre se casara por tercera vez. Keanu no creía en las promesas de amor eterno. Tampoco River, pero la diferencia era que estaba dispuesto a correr ese riesgo al menos una vez. Sin embargo, Keanu no estaba dispuesto a dar ese paso.

My Own Private RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora