Capítulo 11

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—¿Sabes? A veces hablas como un amante celoso en vez de comportarte como un hermano mayor preocupado —señaló Jonathan—. ¿Por qué será?

—Deberías escribir historias de ficción científica, Brandis —replicó Keanu—. Solo me preocupa que River haga una buena elección.

Keanu sentía que estaba a punto de explotar. Deseaba con todas sus fuerzas confesarse con Jonathan. Ellos lo habían compartido casi todo en el pasado. No solo eran socios, sino que su amistad iba más allá de lo imaginable. No había nadie que Keanu respetara más que Jonathan. Pero el problema era él.

Era un secreto que se llevaría a la tumba. Tan pronto como destapara sus verdaderos sentimientos hacia River, se sumergiría en un mundo de dolor. Y una vez fuera, sabía que no podría dominarlos después de pasar tantos años sometidos bajo un yugo de silencio obligado.

—¿Has visto cómo tengo el apartamento últimamente? —preguntó Keanu para cambiar de tema, pero River estaba omnipresente—. Si compra una sola planta más tendré que abrirme paso con un machete.

—Está instalándose —apuntó Jonathan mientras levantaba su cerveza para beber—. También ha comprado antigüedades. En tres semanas ha cambiado la casa. Plantas, muebles, almohadas, candelabros. Cosas de Riv. Si no lo conociera, pero... ¡Qué diablos! Nunca hemos vivido con él. ¿Cómo podría saber qué significa? Por cierto, si no lo he mencionado antes, quiero que sepas que River saldrá conmigo la semana próxima.

—¿Contigo? —dijo y sus dientes rechinaron—. ¿Desde cuándo tienen esa clase de relación River y tú?

—Una relación —Jonathan saboreó la palabra con delectación—. Me gusta cómo suena.

—No, no te gusta —bajó los pies de la barandilla—. Aléjate de Riv. No es tan sofisticado como las mujeres a las que estamos acostumbrados. No conoce las reglas. Podría encandilarse con tus chorradas y eso le rompería el corazón.

—No voy a jugar con sus sentimientos —dijo Jonathan—. Puedes creerme.

—No me fío de ti. ¿Y te importaría dejar de llamarlo «River» de ese modo?

—¿De qué modo? River es su nombre.

—Será mejor que lo trates como siempre lo has hecho —la mandíbula de Keanu dolía a causa de la tensión—. Igual que un hermano pequeño. Él confía en ti, así que compórtate como es debido.

El silencio solo fue interrumpido por la sirena. Un perro ladró. Un coche derrapó al torcer en la esquina de la calle.

—¿Por qué no lo has sacado nunca a dar una vuelta? —preguntó Jonathan.

—¿Yo? No hago otra cosa todo el santo día.

—No me refería al trabajo en la casa, animal. Quiero decir que nunca se han citado como Dios manda.

Keanu aplastó en su mano la lata de cerveza vacía y la tiró dentro de la caja de la pizza.

—Eso no sería una buena idea —se limitó a decir.

Dos días más tarde, Keanu no dejaba de pensar en la propuesta de Jonathan. ¿Qué podría pasar si lo llevaba a cenar? Vivían juntos. Eran amigos y no había nada de malo en invitar a un amigo al cine o a un partido. Pero se le ocurrían muchas razones para no hacerlo. Había hecho una promesa a su padre, a River y a sí mismo. Y la lujuria contenida que lo consumía no ayudaba. Si tenían una cita oficial, Keanu podría pensar que existía la posibilidad de ir más lejos. Pero se trataba de River y de su nueva vida. Y el rubio tenía que conseguir lo que deseaba y lo que se merecía.

El estudio de arquitectura de Keanu y Jonathan estaba situado en un magnífico edificio victoriano de estilo italiano construido en 1860. Ellos mismos lo habían adquirido y rehabilitado como prueba de su capacidad. Había recuerdos en cada rincón de esa casa para River. Había una foto de los tres en el despacho de Keanu que recordaba el día de la inauguración. River se sentía orgulloso de que, gracias a su talento para manejar el dinero, Keanu y Jonathan hubieran podido hacer frente a la compra de la casa. Habían pasado cinco años. River había iniciado su andadura en el mundo de la Bolsa y, pese a los nervios del principio, había podido salir adelante. Nunca había perdido dinero en sus operaciones.

My Own Private RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora