Capítulo 12

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River cantaba a pleno pulmón mientras cruzaba el salón en dirección a la cocina. Se acababa de duchar y se estaba secando el pelo con una toalla. Desafinó en medio de una nota cuando vio a Keanu. Él levantó la vista del libro que sostenía en su regazo.

—Has vuelto pronto a casa —dijo River sin necesidad.

—¿Qué has hecho con el dinero? —preguntó Keanu con una sonrisa.

—¿Qué dinero?

—El dinero para las clases de canto.

—Muy gracioso —River hizo una mueca—. Me lo gasté en el mismo sitio en que tú te gastaste las clases de baile, Reeves.

Keanu vestía pantalones cortos blancos y una camiseta raída por el tiempo. Se había cambiado mientras el rubio se duchaba y había colocado la ropa de trabajo sobre la mesa de la entrada. Todo estaba tirado de cualquier manera y los calcetines colgaban de una de las lámparas.

—Cierro la puerta del baño cuando me ducho —dijo River—. Podías haberte cambiado en la habitación.

—Sí, claro —dijo Keanu secamente.

Su vista se detuvo en la camiseta de algodón algo húmeda de River y luego volvió a mirarlo a la cara. Estaban sufriendo una ola de calor. Tan solo soportaba un remerón muy fresco y la ropa interior.

—¿Qué significa eso?

—Tienes razón. Podía haber entrado, pero no lo he hecho —dijo Keanu—. Por cierto, te ha llamado Corey Feldman. Espera tu respuesta.

River recogió la ropa de Keanu tirada por el salón y se quedó de pie con el montón entre sus brazos. La camisa olía tan bien que sintió el impulso de hundir la cara entre la ropa. Keanu estaba sudando y el rubio pensó que lo estaba perdiendo.

—Gracias. Llamaré mañana.

River volvió a la habitación y tiró la ropa de Keanu en el cesto. Keanu elevó la voz para hacerse oír desde el salón.

—¿No echas de menos a tus amigos? —preguntó.

—Hablo con ellos casi a diario por teléfono, Keanu —dijo al volver al salón, agradecido por sentir el frescor de su pelo húmedo—. Y eso es más de lo hablábamos cuando estaba encerrado allí. La distancia nos ha unido.

—Sí, pero ¿no había una persona especial?

River lo miró con cierto disgusto. Había algo que no comprendía.

—Corey y Tom han sido mis mejores amigos desde el colegio —recordó River.

—Me refiero a una pareja.

—No —River se hundió en el sofá, dobló las piernas, colocó un cojín a la altura de la espalda y agarró un ejemplar de una revista para esconderse tras él. Sacudió la cabeza para sentir la leve brisa sobre la nuca. Keanu lo miraba fijamente y sus ojos brillaban con deseo. Se aclaró la garganta.

—He pensado que quizá necesitarías un coche —apuntó Keanu—. Un modelo japonés, pequeño y fácil de aparcar, para moverte por la ciudad.

—No creo que necesite un coche —negó River—. Si quiero ir a alguna parte, no tengo más que tomar un taxi, ¿no te parece?

—Siempre puedes llevarte el Jaguar —ofreció y miró a River de arriba abajo—. ¿Sales esta noche?

—No, me quedo en casa. ¿Y tú?

—También —dijo y regresó a la lectura un segundo, antes de levantar la vista de nuevo—. ¿Te apetece que veamos una película en un cine con aire acondicionado?

My Own Private RiverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora