Capítulo 4

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Me despierto tras una larga noche sin dormir y mi cara es una evidente prueba de ello y por mucho que intento no pensar en lo que ocurrió con mi jefe anoche es difícil no darle vueltas. Una parte de mi sabía perfectamente que los tiros iban a ir por ese camino, pero no era consciente de la repercusión que se iba a general en mi cabeza cuando tuviera que volver a verle hoy.

Tras aparcar el coche y coger el condenado ascensor, me dirijo a mi sitio aparentando normalidad hasta que vuelvo a ver mi reflejo en la pantalla del ordenador.

Vaya careto.

Por primera vez llego antes que Marga y, cuando llega, intento que no se de cuenta de la rayada mental que tengo encima, pero, aun así, algo nota y me pregunta por mis ojeras a lo que le contesto que he pasado una noche horrible con la alergia. En realidad, me muero por contarle lo que ocurrió anoche, pero es mejor esperar y ver como transcurren los acontecimientos los próximos días.

¿Se ha creído lo de alergia?

No, pero tampoco me pregunta más allá.

La mañana continúa bastante tranquila y mi jefe no hace acto de presencia, lo cual es un punto de tranquilidad mental para mí hasta que el sonido de unos tacones me saca de la pompa de trabajo en la que estaba inmerso. Alzo la mirada un instante y veo una chica despampanante caminar por la oficina con aires de superioridad. Va embutida en un vestido negro que dudo mucho que le permita respirar, su pelo negro recogido en una alta coleta se bambolea de un lado al otro de su cabeza y, junto a una sonrisa falsa, se acerca a mi mesa.

-Hola. ¿Me haces un favor?

-Claro. –Respondo, alucinado.

-Si viene Ángel no le digas que estoy dentro. –Contesta sin que pueda decir nada más, me guiña un ojo y entra en el despacho cerrando la puerta.

Miro a Marga que está con la misma cara que yo, y ninguno decimos nada al respecto.

¿Quién será?

¿Novia?

Si es así, la hemos liado.

Rápidamente me levanto de mi asiento y me acerco a la puerta de cristal del despacho, doy tres sonoros golpes y abro. La chica está sentada en la silla de mi jefe y me mira con los ojos como platos.

-Disculpe, pero necesito saber quién es usted por seguridad. –Digo con una voz dulzona.

-Claro, perdona. Soy Patricia Villutto, una amiga de Ángel.  –Contesta en el mismo falso tono que yo. De pronto, el teléfono del despacho comienza a sonar y me apresuro a cogerlo.

-Buenos días, despacho del señor Moratti.

-Buenos días, Roberto. Supongo que Patricia está ahí, pásame con ella. –Su acento italiano hace que me dé un vuelco el corazón y, sin decir nada, le paso el teléfono a la viuda negra.

-Amore, me extrañó que me llamaras anoche. –Dice.

¿Anoche? Ahora todo me encaja.

Mi cabeza se convierte en una supernova de pensamientos y comienza a ir a la velocidad de la luz. ¿Quedó conmigo y con ella? ¿Por eso me dejó tan rápido en casa? ¿Todo se volvió tan raro porque ella es su novia y se sintió culpable al besarme?

Sin decir nada más, salgo del despacho y camino hacia mi mesa. Estoy enfadado, pero no debería de estarlo. Sigo caminando hasta la fuente del agua que hay junto a los ascensores y me apoyo en la pared, me restriego las manos contra el pantalón y dejo que mi mente elucubre mil teorías durante unos minutos hasta que decido volver a mi mesa para seguir trabajando.

SOY TODO TUYO - parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora