A las nueve menos cuarto de la mañana subo en el mismo ascensor en el que Ángel y yo nos conocimos y eso me abruma. Me bajo en la planta de la cafetería y allí me encuentro con Marga, preparada para tomar café. Finalmente, nos sentamos en la mesa de siempre con un par de cafés y un bollo para compartir.
Unos minutos después, suelto el bollo de golpe al ver como Ángel entra con dos personas más en la cafetería. Como siempre, está impresionante con su traje. Al llegar a la barra, me ve y yo intento aparentar normalidad y sigo hablando con Marga, que de momento no me ha hecho ninguna pregunta sobre mi supuesta enfermedad de ayer.
Mientras Marga me cuenta el fin de semana que ha pasado con su familia visitando las casas colgantes de Cuenca, me fijo con disimulo como se han sentado en una mesa próxima a nosotros y él, en el asiento que da enfrente de mí. Nuestras miradas se encuentran durante un segundo.
No hago caso y sigo inmerso en la conversación con Marga. Parece ser que Olga sigue bastante rebelde y que los pequeños imitan todo lo que ella hace, Tomás, el pobre, no tiene tiempo para nada y apenas se ve con su mujer cada día. Tienen el tiempo justo para verse antes de dormir, unos días él llega antes y acuesta a los niños, otros días Marga llega primero y lo hace, pero admito que tiene que ser complicado mantener esa situación.
De nuevo mis ojos se juntan con los de mi jefe, pero retiro la mirada porque tiene que ser eso... mi jefe.
Cuando hemos acabado de desayunar es el momento de comenzar a trabajar y olvidarme por completo de todas las emociones que he sentido este fin de semana (más el día de falsa enfermedad). Mientras Marga va al baño, llamo al ascensor y al abrirse las puertas noto como alguien me coge del brazo y me lleva hacia el interior. Como por instinto pulso el botón para que el ascensor vaya subiendo y así, salir lo antes posible de aquí.
Me mira.
Lo miro.
Me mira.
Lo miro...
-Habla conmigo, por favor. –Susurra.
-Creo que el otro día te dejé bastante claro que no quería nada más contigo. –Digo tras dar un paso hacia atrás para tener mi propio espacio.
-Y yo, te dejé claro que quiero que lo intentes.
- ¡Esto no depende de lo que tú quieras! –Digo exasperado. Me mira serio y me doy cuenta de que he levantado mucho la voz. El ascensor emite su característico sonido, y las puertas se abren.
- ¿Me dejas salir, por favor? –Pregunto.
Ángel sin hacer ningún gesto, pero sin dejar de mirarme se aparta hacia un lado y salgo por la puerta metálica del ascensor. Camino, decidido, hacia mi mesa y me siento. Unos segundos después, mi jefe, pasa por mi lado y cierra la puerta de cristal de manera brusca. Veo como Marga camina por el pasillo, y se pone en su sitio.
- ¿Dónde estabas?
-Me llamo mi padre y ya sabes que cuando hablo por teléfono me pongo a caminar.
-Pues la próxima vez va a venir antes a desayunar contigo, tu padre. –Dice y me hace sonreír. Con discreción miro hacia la puerta de cristal y distingo su sombra caminando dentro del despacho.
A media mañana ya me he quitado mucho papeleo que tenía atrasado, y me siento animado para continuar con todo lo demás e intentar ir al día. Miro a Marga que está sumida en la reunión que tiene que preparar por un caso un tanto peculiar en el que unas vecinas y amigas de toda la vida se denunciaron mutuamente y se acusan de tener el premio de la lotería de navidad de hace unos años. Cada una tienen sus pruebas y, hoy, Marga tiene la misión de preparar una reunión para que se arreglen entre ellas y así no tener que ir a juicio porque no servirá de nada.
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SOY TODO TUYO - parte 1
RomanceRober está convencido de que su vida es perfecta tal y como es: tranquila y repetitiva. Cada mañana se despierta para ir al bufete de abogados en el que trabaja y realiza las mismas cosas para no salirse de su rutina hasta que su jefe anuncia que se...