En torno a las ocho y media de la tarde, llego a casa tras un señor atasco que me ha retenido en la carretera algo más de una hora. Busco a mi padre hasta que veo una nota en el frigorífico diciendo que está de cena con Diana.
Tras el horrible día que he tenido, decido darme una larga y relajante ducha. Me acerco al cuarto de baño, conecto el móvil a los altavoces y mientras suena "Good 4 u" de Olivia Rodrigo a todo volumen, comienzo a desvestirme. Como de costumbre, doy un pequeño gemido al ponerme bajo el agua caliente y comienzo a cantar la canción a todo pulmón mientras que todas las imágenes de lo que ha pasado en las últimas veinticuatro horas recorren mi mente. Me enjabono el cuerpo mientras canto y me marco una actuación creyéndome concursante de Operación Triunfo, intento de mil maneras sacar al idiota de Ángel de mi cabeza y durante unos instantes lo consigo.
Cuando me doy por satisfecho y algo de toda esa rabia que tenía dentro se ha ido, cierro el grifo de la ducha, salgo y me pongo una toalla en la cintura mientras que, con la otra toalla, me seco el pelo. Paso una mano por el espejo y me miro, estoy en los huesos. A ver, no es para tanto, pero es cierto que he descuidado la alimentación por el estrés del trabajo.
Nunca he tenido complejos con mi cuerpo, ya que de pequeño estaba bastante gordo, pero al pegar el estirón me quedé mucho más delgado, luego volví a engordar y ahora estoy mucho más delgado. Sé lo que es estar en ambos comentarios.
"Qué gordo te estás poniendo."
"Te hace falta un cocido, eh."
Esos comentarios son el reflejo de esta sociedad costumbrista en la que nos creemos con el derecho de hacer esos comentarios como si fueran una ayuda extra para la otra persona sin saber si tiene un problema de salud o, simplemente, está cómoda con su cuerpo y no necesitan, en ningún caso, un comentario sobre su físico. Por eso, tras mucho trabajo, acepté que mi cuerpo es el que es y que no quiero cambiarlo diga lo que diga el resto de la gente que piensa que un comentario de esas características sirve para algo.
Pues a ver si a así os enteráis...
¡Vuestros comentarios de mierda no sirven para ayudar a nadie!
Salgo del cuarto de baño y me voy a mi cuarto, busco en el cajón de la mesilla un calzoncillo que ponerme. Cuando lo hago, abro el armario y agarro un pijama cualquiera.
Mientras me estoy colocando el pantalón a cuadros del pijama, suena el timbre. Mi padre se habrá vuelto a dejar las llaves, en eso nos parecemos porque siempre se nos olvidan donde las hemos puesto o nos vamos sin ellas. Me acerco a la puerta y descuelgo el telefonillo, sin preguntar le doy a la tecla con el dibujo de la llave y vuelvo a colgar el aparato.
Vuelvo al cuarto de baño y desconecto el teléfono, voy a la habitación y me coloco la parte de arriba del pijama y las zapatillas de andar por casa. Suena el timbre de la puerta principal, y abro mientras que...
- ¿Ángel? –Pregunto perplejo.
- ¿Qué haces en pijama?
- ¿Qué haces aquí?
-Habíamos quedado.
-Te dije que no.
- ¿Puedo pasar? –Pregunta y, con un tono de desaprobación, abro un poco más la puerta para que entre, cierro la puerta y me mira mientras me cruzo de brazos.
-Venga, cámbiate y nos vamos.
-Pero, vamos a ver... ¿qué no estás entendiendo? Esta mañana te dije que no, no me gustan estos juegos absurdos de tira y afloja.
- ¿Qué juegos? –Pregunta mientras se apoya en la mesa del salón. Mi móvil comienza a sonar, me acerco hasta mi cuarto y veo que es mi padre, al volver al salón miro a Ángel y le hago un gesto para que no hable.
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SOY TODO TUYO - parte 1
RomantizmRober está convencido de que su vida es perfecta tal y como es: tranquila y repetitiva. Cada mañana se despierta para ir al bufete de abogados en el que trabaja y realiza las mismas cosas para no salirse de su rutina hasta que su jefe anuncia que se...