Capítulo 17

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Un fuerte dolor de cabeza hace que abra un ojo para poner inicio al día. Estiro el brazo e intento buscar mi móvil, pero recuerdo que está dentro de la mesilla. Hago el amago de abrir el cajón, pero declino la idea al pensar en todo lo que habrá en el dispositivo cuando lo encienda. Me incorporo y me siento en el borde de la cama, noto mi cara embotada y deslizo un dedo hacia la nariz, pero lo quito rápido a causa del dolor. Voy hacia el armario y saco una camiseta ancha y un pantalón de pijama para no ir desnudo. Me dirijo hacia la puerta de mi habitación y asomo la cabeza, despacio, por si está mi padre. No oigo nada. Abro más la puerta y salgo por ella en dirección al cuarto de baño. Al entrar me planto frente al espejo, pero no miro mi reflejo. Miro hacia abajo y, cuando me siento preparado y suelto un suspiro, levanto la mirada y me veo.

–Joder... –murmuro al hacerlo. Mi cara es un cuadro con varias tonalidades. La nariz está inflamada y con un tono azulón bastante curioso mientras que el ojo derecho tiene un hematoma en la zona de la ojera. El pómulo derecho tiene el mismo color qué un arándano y las marcas del cuello son demasiado visibles. Deslizo mis dedos por todas y cada una de las marcas que tengo en la cara y el cuello hasta que decido quitarme la camiseta que me puse anteriormente y veo otra tanda de marcas. La forma perfecta de una mano está sobre mi hombro y algún que otro hematoma por el resto del torso.

Al verme siento lástima por mi. Lástima por haberme sentido guapo y empoderado. Lástima por haber seguido a alguien que no conocía y lástima por haber confiado en Ángel. Sin dejar de observar cada rincón de mi cara y torso, los ojos se me llenan de lágrimas y las dejo salir junto a un pequeño hipo. No lloro por el dolor, sino por los graves sentimientos que siento hacia mi mismo.

Cuando paro de llorar me lavo, despacio, la cara y me coloco la camiseta. Salgo del cuarto de baño y me dirijo hasta la cocina donde agarro la leche de la nevera junto a una taza y la caliento en el microondas. Ya debo de estar mal cuando no bebo leche fría. Cuando el timbre del aparato suena cojo el bote de Cola-Cao y vierto un par de cucharadas en la leche mientras suelta vapor. Con la taza en la mano, me siento en el sofá mientras todos los recuerdos de la noche anterior vuelven a mi mente. Vuelvo a escuchar las risas y noto sus manos en cada una de mis marcas.

–¿Estoy vivo? –pienso.

–Al menos respiras... –me respondo mentalmente y le doy un trago a la taza. Cierro los ojos para intentar zafarme de los recuerdos, pero es peor.

–Tienes que poner en orden tus prioridades. –pienso, de nuevo.

Obviamente tengo que poner en orden mis prioridades y, la primera es que debo salir de la empresa. No quiero hablar con él, no quiero verle, no quiero... Otra tanda de lágrimas se acumulan en mis ojos, pero parpadeo para estamparlas mientras le doy otro trago a mi taza de desayuno. Mañana no puedo volver a la empresa y debo de comunicar mi salida de la misma antes de que él ponga en aviso a todo el mundo. Me conoce demasiado bien como para dejar todo al azar. Pienso en ir a la mesilla a por el teléfono, pero prefiero no hacerlo al ver mi ordenador portátil sobre la mesa del salón. Me levanto y lo cojo. De nuevo en el sofá, aprieto el botón y el logotipo de la marca del ordenador sale en la pantalla.

Suspiro.

Al iniciarse, hago clic en el sobre y el mail de abre. Veo que tengo un correo electrónico suyo:

De: Ángel Moratti.

Fecha: 30 de mayo de 2021. 09:24

Para: Roberto Lozano.

Asunto: Lo siento.

Rober.

No coges mis llamadas y no respondes a mis mensajes, sólo quiero saber si estás bien. Quiero que sepas qué todo lo que pasó anoche fue culpa mía. Te dije que no te separaras de mí y fui yo quien te dejó solo. No estuve a la altura y no supe protegerte, pero esos... han pagado lo que te han hecho.

SOY TODO TUYO - parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora