Prólogo.

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Hay paz, en el agua, como si te sostuviera... y te susurrara en tono bajo para acogerte, y para que todos los problemas del mundo se esfumaran. Pero luego, está está... Cosa. En tu cabeza. Y está furiosa. Dispara cada nervio de tu cuerpo para luchar, para sobrevivir, y mientras una pregunta persiste en tu cabeza: ¿Has tenido suficiente?

-Silco.

[•••]

Agua.

Silencio.

Paz.

Sentimientos encontrados, pues el agua me acogía y me susurraba como si todo fuese a pasar, como si después de lo que estaba haciendo no fuese a pasar nada malo. Pero también había una pregunta que tuve presente desde el primer momento en el que me tiré al agua: ¿Voy a rendirme?

¿Todo termina aquí?

¿He tenido suficiente?

Las toxinas mezcladas con el agua empezaban a hacer mella en mi cuerpo, dejándome sin respiración, matándome lentamente. El pánico me invadió, a la vez que la calma que tuve en un principio se esfumaba. Toqué con la yema de mis dedos el mango de mi cuchillo lanzador, este estando en la cinta que llevaba en el muslo —La cual usaba para guardar mis cuchillos lanzadores.— , y con la otra mano toqué la gruesa y pesada cuerda que me había atado a la cintura, con un gran bloque de metal atado a esta. Tosí, sacando el poco aire que me quedaba en los pulmones. No quería tragar agua, pero me fue imposible.

Voy a morir.

Cerré los ojos aceptando mi destino después de intentar rasgar la cuerda un par de veces, mis intentos en vano, pues solo conseguí hacerme un gran corte en la cadera. Chillé en el agua por el dolor, sintiendo como todos los agentes tóxicos que se encontraban en esta comenzaban a devorar mis nervios, a través de la gran herida reciente. Me rendí al ver la sangre tiñendo el río de escarlata.

Hasta que sentí un par de fuertes brazos rodeando mi cintura, y me asusté. Intenté moverme con las pocas fuerzas que me quedaban, y mientras sentí un sólido pecho pegado a mi espalda, la cuerda fue rasgada por otro cuchillo, uno que no era el mío.

Me sacó del agua llevándome hasta la orilla. Quedé inconsciente, supuse, ya que lo primero que vi fue su rostro a milímetros del mío, supuse también que me había hecho el boca a boca, ya que tosí abruptamente varias veces de forma involuntaria, sacando agua de mis adentros. Me sostuvo por la cintura en todo momento con un brazo, y con el otro apartó mi mojado pelo de mi rostro, buscando darme acceso al oxígeno.

Alguien acababa de salvarme la vida.

Me ardía la cintura, así que bajé la mirada para observar el corte abierto. Dirigí la mirada a mi salvador, encontrando la figura de un hombre muy alto, todavía pegado a mi cuerpo. El hombre era delgado, pero fuerte, de tez ligeramente más morena que la mía —Algo que no era difícil, después de todo, por la falta de la luz del sol y lo blanca que era naturalmente.— y tenía una gran cicatriz ennegrecida en la mitad de su cara, con un ojo anaranjado brillante, y el otro de un color verde azulado que caló hasta lo más profundo de mi ser. Su pelo azabache estaba despeinado por haberse metido al agua, con algunos mechones sobre su frente. Lo primero que pensé después de verle fue que algún Dios me había mandado un ángel. El segundo fue: ¿Por qué me ha salvado?

Dejé de preocuparme por mi pérdida de sangre para pasar a avergonzarme, quise huir.

Vi como rasgó rápidamente parte de una de las mangas de su camisa, ni siquiera usó el cuchillo.
Acto seguido, me rodeó el corte con la tela, haciendo presión. Solté un quejido, adolorida, tapándome la boca.

My Enemy (Silco X OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora