Capítulo 4: Ka-Boom.

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—Señorita Onyx, ¿cuando va a volver?— Kez abrazaba hasta donde llegaban sus pequeños brazos, justo en mi cintura. Me miró con sus grandes ojos llenos de inocencia.

Kez era uno de los niños del orfanato al que me había encargado personalmente de cuidar, tan solo tenía nueve años de edad, pero tan solo quedaba un miembro de su familia vivo: su hermano mayor, quién también vivía en el orfanato, Ghil. Sus ojos castaños me miraban interrogantes mientras que yo le puse una mano en la mejilla y di una suave caricia sonriéndole.

Había estado dándole clases a los niños del orfanato, y me había estado encargando de que tuvieran unos horarios fijos, de que comieran mínimo 3 veces al día de manera consistente, de que aprendieran unos valores como personas. Todos empezaban a cogerme cariño, y yo a ellos. Renové la plantilla de cuidadores internos para eliminar por completo la corrupción del lugar. Por suerte, convencí al consejo a través de múltiples cartas de que le dieran una subvención al Hogar de la Esperanza, porque no podría cubrir todos los gastos por mucho tiempo. Aún tenía el suficiente dinero para comprarlo de nuevo, pero ese dinero iría destinado a otro... Proyecto.

—No te preocupes, cariño, estaré aquí el lunes a primera hora, ¿Sí?— Me agaché a su altura. —Prométeme que estudiarás mucho y cuidarás a los demás de los monstruos.— Revolví su pelo mientras Kez se echaba a reír con su adorable y aniñada risa.

—¡Pero no puede irse! ¡La necesitamos! Sin usted aquí esto es un desastre...— Hannah, una niña que llevaba ya varios años en el orfanato, dijo estas palabras saliendo de detrás de una columna cerca de nosotros. Sonreí por sus palabras.

—Creo que podréis sobrevivir, bebés.— Ella me miró enfadada por el sobrenombre, esta chica era muy orgullosa aunque solo tenía doce años.

—Por supuesto que sí, pero no es justo.— Se cruzó de brazos, desviando la mirada.

Me dirigí a la salida después de despedirme de los trabajadores y algunos niños que me acompañaron a la salida. Acto seguido me dirigí al taller de Jinx, en la parte norte del distrito. Mi larga capa negra me cubría hasta las rodillas, así que por suerte no llamé la atención al entrar por uno de los recovecos del lugar.

—¡Bú!— Asusté a Jinx por detrás y ella, con rapidez, pegó el cañón de su arma contra mi sien. Su expresión de susto se relajó al ver mi cara. Sentí el frío del cañón contra mi piel. Yo no estaba asustada por eso, no era la primera vez que pasaba, después de todo.

—Joder, Vicky, casi me matas del susto.— Me regañó. La miré extrañada por la forma en la que me llamó.

—¿Estás bien?— Me senté en sus piernas, con expresión preocupada. Ella abrazó mi cintura y escondió su cabeza en mi cuello.

—Me he peleado con Silco... Y con Sevika. — Mi corazón se disparó al oír el nombre del mayor, sentí que me iba a dar un ataque.

—Oh, ¿por qué?— Miré su cara, que estaba contraída del disgusto, mirando hacia sus pies.

—Pues...

[•••]

Jinx.

—Deberías habernoslo contado, Jinx.— Sevika masajeaba el puente de su nariz, mientras con la otra mano sostenía un cigarro medio consumido. Ella se encontraba sentada en el sofá de la oficina de Silco, y yo estaba escondida en las vigas, encima de él.

Como siempre él estaba en su escritorio, sentado en su silla giratoria, con ese gran ventanal detrás.

—Ahora ya no importa, no es un problema. — Silco firmaba unos papeles, aunque parecía que no prestaba atención.

My Enemy (Silco X OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora