Alice y Nathan.
Al contrario de lo que pensaban los medios, no se habían dedicado a nada parecido a lo que se esperaba.
Ambos habían construido sus reputaciones fuera de la sombra de sus padres, y era tan común verlos juntos que la prensa ya no se m...
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20 de Julio. Los Ángeles, California.
Oye ángel, soy yo, Nathan. Probablemente lo sepas, obviamente. Joder, sueno como un idiota. ¡De todos modos! Char te extraña y me preguntaba si querrías venir mañana. Llámame cuando puedas.
Ese fue el mensaje de voz de Nathan con el que Alice se despertó. Había perdido su llamada durante la reunión y luego tuvo que trabajar unas horas.
Después de todo eso, inmediatamente se fue a casa y se derrumbó en su cama, demasiado exhausta para estar despierta por más tiempo.
Alice le devolvió la llamada una vez que lo escuchó a la mañana siguiente, pero no recibió respuesta. Tomó el asunto en sus propias manos y decidió simplemente dirigirse a su casa, ya lo había hecho muchas veces. Salió de la cama y se metió en la ducha, teniendo su propio concierto privado con su lista de reproducción de Spotify.
Una vez que salió, eligió un par de jeans mom rotos, unas sandalias sin cordones y una camiseta sin mangas amarilla para el día moderadamente cálido en Los Ángeles. Se arregló el cabello y se puso una pequeña cantidad de maquillaje, agarrando su bolso y saliendo por la puerta.
Alice se había despertado sintiéndose bien, disfrutando de la música con las ventanas abiertas camino a la casa de Nathan. Se metió en su camino de entrada y dejó el auto en ella.
—¿Hola? –gritó y escuchó el suave sonido de pequeños pies descalzos que venían por el pasillo. El sonido se detuvo justo al final del pasillo y se pudo ver un desordenado cabello rubio escondido detrás de la pared. —Hmm –dijo en voz alta mientras caminaba por la sala de estar. —Esto es extraño. Podría haber jurado que Charlotte Denari vivía aquí. Supongo que tendré que irme.
—¡Alice, estoy aquí! ¡Estoy justo aquí! –exclamó la pequeña y salió de su escondite.
Alice actuó conmocionada y abrió los brazos. —¡Oh! ¡Ahí está mi chica! –sonrió y la niña corrió hacia ella, dejándola levantarla y apoyarla en tu cadera. —Te extrañé calabaza –dijo, besando su mejilla.
—Yo también te extrañe –ella dijo, apoyando su cabeza en el hombro de Alice.
—¿Dónde está papá? –preguntó Alice mientras dejaba su bolso en el suelo.
—Durmiendo. Me desperté antes que él –ella dijo y Alice subió las escaleras hasta el dormitorio de Nathan.
Alice miró por la rendija de su puerta entreabierta y le dijo a Charlie que se callara mientras entraba de puntillas.
De los labios entreabiertos de Nathan salían ronquidos suaves y su cabello era como el de Char, castaño y yendo en diferentes direcciones. Alice se inclinó sosteniendo a Char a su lado y apuntó a la mejilla de Nathan, diciéndole que le diera un beso. Ella se rió un poco demasiado fuerte y lo hizo, los ojos de Nathan se abrieron.