Alice y Nathan.
Al contrario de lo que pensaban los medios, no se habían dedicado a nada parecido a lo que se esperaba.
Ambos habían construido sus reputaciones fuera de la sombra de sus padres, y era tan común verlos juntos que la prensa ya no se m...
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—Están, um, están —tartamudeó Nathan, con la mano temblorosa metiéndose el teléfono en el bolsillo. —Están de camino. Gabbie también viene y ella, eh, trae a Lav.
Nathan caminó nerviosamente por la cocina.
—Hey Char, ¿por qué no te pones unos zapatos para que tú y Lavvy puedan jugar afuera cuando ella llegue? –dijo Alice, tratando de mantenerla distraída.
La niña subió corriendo las escaleras hasta su habitación y Alice se acercó a Nathan. Cogió su mano, pero él se apartó y siguió caminando.
Nathan estaba comenzando a entrar en pánico y era obvio. Su rostro estaba sonrojado y su respiración era superficial, murmurando incoherentemente para sí mismo una y otra vez.
—Cariño, mírame –dijo Alice gentilmente.
Nathan dejó de caminar pero se apoyó contra el refrigerador y se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo.
Alice se arrodilló frente a él, su propio corazón latía con fuerza en su pecho.
—Ángel, no puedo. Ella me la va a quitar, no puedo –se atragantó. —No puedo respirar.
Su mano estaba agarrando su pecho y apretó los ojos con fuerza.
Alice lo hizo callar, tomando su rostro entre sus manos y acariciando sus mejillas con las yemas de sus pulgares.
—Está bien, bebé. Está bien, solo respira. Necesitas respirar profundamente y tratar de calmarte. Concéntrate en mí, cariño, ¿de acuerdo? —lo persuadió, inhalando y exhalando profundamente hasta que él también comenzó a hacerlo.
Nathan tragó con dificultad, su garganta seca y rasposa. Tosió un par de veces y mantuvo los ojos cerrados, pero aún así escuchó a su ángel.
Su respiración comenzó a disminuir y su cuerpo se relajó un poco más, pero aún estaba tenso.
Justo cuando Char bajaba las escaleras, los chicos y Gabbie entraron por la puerta principal.
—¡Tía Gabbie! –Char exclamó y corrió a abrazarla, sin siquiera darse cuenta de que su padre estaba en el suelo mientras pasaba a toda velocidad.
Nathan no se movió, su agarre en las muñecas de Alice era fuerte.
Alice miró por encima del hombro y le hizo una cara a Gabbie, tratando de insinuar que llevara a Char y a Lav afuera.
—Está bien, señoritas, ¡vayamos a jugar un rato afuera! Vamos hija, Char puede mostrarte algunos de sus juguetes –dijo, asintiendo con la cabeza y llevando a las niñas al patio.
Tan pronto como Alice escuchó que se cerraba la puerta del patio, se volvió hacia Nathan, quien parecía calmarse.
—Los chicos están aquí, ¿puedes ponerte de pie? –le preguntó en voz baja y él asintió con la cabeza, tomando ambas manos entre las suyas y poniéndose de pie.