Capitulo décimo séptimo

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Que la duda no te supere

- Siempre imaginaba que mi hermano era una especie de héroe - se sinceraba Eren - Me gustaba imaginarte así.

- Después de esa pausa solo puede haber un "pero"...

- Pero ahora que tengo a mi hermano real, de carne y hueso frente a mi...he estado pensando que la realidad supera a cualquier cuento que haya maquinado. Zeke, de verdad te dedicas a liquidar monstruos.

Zeke recordaba los brillantes ojos verdes de su hermano menor cuando le contó todo lo que pasó bajo la tutela del señor Xaver y el entrenamiento como soldado. Le gustó pensar que Eren creció tan lejos de la desafortunada Paradis, amado y capaz de tomar sus propias decisiones con seguridad. Lo envidiaba, de hecho. Aunque Zeke parecía seguro, se sentía vulnerable todo el tiempo. No sólo por su posición en el régimen, también una extraña sensación lo perseguía, solo podía describirla como "definitiva".

Tenía miedo. Y se incrementó con la presencia de su viejo amigo Erwin, de intachable currículum ¿Qué pensaría de él si supiera lo que planeaba?¿Sería el mismo Smith quien apretaría el gatillo contra su nuca?

Riiiiiiiiing

Agradeció silenciosamente que el sonido del teléfono lo sacara de sus cavilaciones.

- Jaeger.

- Zeke. Habla Erwin.

Un escalofrío recorrió la espalda del Jefe de Guerra.

- ¿Que sucede?

- ¿Puedes recibirme mañana a primera hora?

- Sabes que solo tienes que golpear la puerta de mi oficina.

- En tu casa, Zeke.

Sintió como su estómago se revolvía un poco. A Erwin se lo oía algo tenso y apresurado.

- A primera hora - dijo igual de cortante que su antiguo amigo.

No pudo conciliar el sueño durante toda la noche. Ni siquiera pensar en su hermano, o en las imprudencias de la señorita Pieck. O en el repentino despertar samaritano de Levi.

¿Acaso habían descubierto a Petra?

En medio de la oscura noche los ojos de Yelena se le presentaron, y pensó en ellos, muy detenidamente. A la señorita Finger no le gustaban sus ojos, y aunque no creía en la lectura de cualquier parte del cuerpo humano, tuvo que darle la razón. Jamás había dudado de la alta rubia, tenían un mismo objetivo, los unía el alarido de libertad de su pueblo, sin embargo, si solo se detenía en sus ojos, podía imaginar que en ellos había una oscuridad absorbente, más allá de su color. Soñó que era un niño pequeño, abandonado en un lugar gris y frío, y que la sombra de Yelena lo rodeaba evitando que escapase, no podía verla, pero sabía que era ella.

Se despertó inquieto, bastante antes de la hora prudente, y vagó por su casa preguntándose cuántos micrófonos podrían estar instalados por ahí, aunque semanalmente se encargaba que no hubiera ninguno. Observó su gran salón y pensó que sería una muestra de su lealtad ofrecerlo para la fiesta de navidad. No supo cuánto estuvo parado mirando a la nada cuando el timbre lo devolvió a la realidad, era Erwin.

- Buenos días, Zeke ¿Te encuentras bien? Parece que has ido a la batalla.

-Ah - solo entonces se dio cuenta que ni siquiera se había lavado el rostro - Lo siento, no he dormido bien...si me disculpas Erwin, iré a vestirme.

- No hace falta, Zeke - dijo el alto comandante, abriéndose paso al gran salón y acomodándose en el sillón más cercano.

- ¿Que es lo que te trae tan agitado, mí amigo?

Tirano del Tiempo (ZekexPieck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora