Capítulo primero

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Vórtice

Las personas tienen creencias de lo más variadas. Desde la metafísica hasta la ciencia. Naturaleza, amor. Destino y casualidad.

Pieck pensaba distraída en lo diferente que eran todos los seres humanos. Le gustaba hacerse esas preguntas que a cualquier otro le parecerían simples delirios de una mente transtornada. Porco Galliard, su novio, siempre la acusaba de estar más enfrascada en sus imposibles cavilaciones en vez de prestar atención a su alrededor.

Hubiese deseado prestar más atención.

Ese día organizaba una cena sorpresa para Galliard, que cumplía años. Se tomó medio día del trabajo en la tienda de cosméticos para poder preparar todo con mayor esmero y tiempo. En ese momento, tan crucial, se dió cuenta que no había comprado bebidas.

- ¡Maldita sea! - se puso los zapatos apresuradamente, pero la detuvo el sonido de un mensaje en su celular. Era de Galliard.

Mi amor, llegaré algo tarde hoy. Te diré cuando esté en camino.

¡Era perfecto! Solo su Porco se podía dar el lujo de ser así de oportuno sin darse cuenta.

Más relajada, bajó a la calle a hacer esa última diligencia.

- ¿Rosa o blanco? Mmmmh, no se hacer estas cosas sola.

- Blanco - un hombre alto y rubio de lentes estaba a su lado, pensó que se lo había dicho a ella, pero descartó la idea cuando vio que agarraba el vino de ese color y se fue. Estaba hablando consigo mismo.

Decidió imitarlo y se dirigió a la caja.

La noche se prestaba. Era noviembre y aún no hacía un frío de morirse. Además, un bonito eclipse de luna estaba dando su espectáculo, en las noticias dijeron que era un evento único: eclipse y luna roja al mismo tiempo. Agradeció la brisa apenas fresca que le acarició la cara y empezó a desandar el camino. Tenía tiempo de dar una vuelta.

Sonrió como boba cuando vio a una pareja haciendo el tonto en la vereda desierta. Una muchacha alta y rubia reía de las ocurrencias y monadas que le hacía el chico, también de cabello claro.

- ¡Qué lindo es el amor! - suspiró. Y le hubiese parecido aún más lindo si no se acercaba de más y descubría que aquel chico era el propio Galliard.

Lo primero que atinó hacer fue esconderse en un pequeño espacio entre dos edificios. Los nervios y la adrenalina la hicieron sentir como una delincuente y empezó a temblar a medida que la pareja se acercaba.

- Se lo diré hoy, Yelena. De verdad quiero estar contigo.

¿Qué?¿Aquello no era tan solo una aventura?¿De verdad iba a dejarla?

- Iiio diggo que lllo enfffrenteshhh - una voz femenina y evidentemente pasada de alcohol se hizo presente a su lado. Sentada en el suelo, una mujer castaña, de lentes y una nariz algo prominente estaba empinando una botella envuelta en papel madera. Clásica imagen de la ebriedad. Le sonrió, desplegando una boca a la que le faltaban los dientes del medio - Nnunca, nnuuuunca sabesshh...puedessh vollverr a nasherr y ¡Pum! Te cambia la vida ¡Hic!

¿Debía tomar en serio el consejo de una borracha sin techo? No supo si fue por una descarga de valor o porque no soportaba el fuerte olor a alcohol que despedía esa mujer, pero decidió abandonar su escondite.

- ¿Porco?

Como si una entidad demoníaca hubiera susurrado su nombre, Galliard volteó dando un gran salto.

- ¡Pieck!¿Que diablos haces aquí?

- ¿Por qué? - dijo mirando a la rubia atlética parada detrás de su novio. Eran tan distintas, esa mujer evidentemente pasaba un buen tiempo cuidando de su imagen, mientras que ella podía pasarse el día entero tirada en el sofá sin nada mejor que hacer, a pesar de su delgadez, estaba tan fuera de forma que a veces sus piernas se acalambraban cuando caminaba de más. Se sintió poca cosa.

Tirano del Tiempo (ZekexPieck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora