Capítulo Tercero

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Base de operaciones

La sangre manaba incontrolable de la cabeza de Jean mientras su cuerpo convulsionaba. Un certero disparo había puesto fin a su vida.

Armin lloraba mientras el pelotón de fusilamiento apuntaba sus rifles hacia él.

- ¡Viva la grande y hermosa Paradis! - gritó el jovencito antes de ser atravesado por decenas de balas.

Mikasa se suicidaba con su típica expresión imperturbable. Una pequeña cápsula se cianuro bastó para que en pocos minutos la vida abandonara su cuerpo.

Levi Ackerman era apuñalado por su mejor amigo. El único a quien él había podido considerar un líder, la salvación de Paradis y del resto del mundo. Sin embargo, ese cruel amigo enfermo de poder, con las manos  manchadas con la sangre de gente que se había entregado a él, se erguía como el líder totalitario de un régimen más sangriento que él anterior. Cuyo poder había trascendido los océanos y sumido durante diez años a la mitad del mundo en una asfixiante oscuridad. A quien consideraron peor que su antecesor por creer que exterminar a su propio pueblo era la única salvación para la humanidad.

Zeke Jaeger se paraba orgulloso sobre la pila de cadáveres que él mismo se dedicó a coleccionar, y ella solo era una testigo impotente.

Un fuerte olor a alcohol le picó las fosas nasales y despertó.

- Te desmayaste...era mejor si te quedabas en casa - Armin le soplaba la cara con un papel.

- Tsk, ésta mocosa ya se levantó. Bien, sigamos con lo nuestro. Mañana unos cuantos de ustedes entrarán a trabajar al cuartel.

- ¿Qué? - entre el miedo y el descontento, la pequeña multitud se exaspero.

- Debemos tener al Fuhrer más vigilado que nunca. Para que no sospeche de reuniones como ésta es mejor que estemos cerca. Así mientras Zeke y yo parecemos concentrados en el trabajo, entre ustedes se informarán. Será menos peligroso que esta absurda clandestinidad.

Armin admitió que tenía razón y convenció a sus compañeros que debían elegir adónde serían enviados para realizar el espionaje.

- Ustedes tres deberían estar con Jaeger - recomendó Connie Springer - Son los mejores en pasarse información sin omitir un solo dato.

Tanto Jean, como Pieck y Armin temblaron ante la idea de estar cerca del enemigo. Una cosa era exponerse como periodistas escribiendo artículos en oposición al régimen, y otra muy distinta era infiltrarse en terreno hostil. Sin embargo, ambos varones entendieron las razones de sus compañeros y aceptaron.

- Pieck, deberás venir con nosotros. No servirá sin ti - rogó Jean.

- Pero...mí memoria...- ¿Como iba a sobrevivir ella entre gente que sólo pensaba en cortar cabezas y hacerse poderosa? Se consideraba muy tonta y torpe. Estaba segura de que daría ese paso en falso que llevaría a sus amigos al fracaso.

- Recordarás, ya verás - la consoló Armin, y dieron por culminada la decisión.

Esa noche casi no pudo dormir por los nervios. Sentía que ni bien cruzase la entrada, el maléfico futuro dictador le iba a llenar la cabeza de plomo solo por no gustarle su cara.

Al otro día, se daría cuenta que estaba muy equivocada.

- Por aqui, mocosos - Levi Ackerman los guiaba entre los pasillos rodeados de incontables cuartos que a su vez estaban llenos de gente trabajando. Parecía que nadie quería toparse con el pequeño hombre, evitaban contacto visual o volvían sobre sus pasos cuando se percataban de su presencia. Llegaron a la última puerta y el capitán la abrió sin tocar - Aquí están.

- ¡Enano mugroso!¡Toca antes de entrar, casi derramo mi tinta del susto! - una mujer castaña de nariz algo prominente acomodaba sus papeles.

Pieck la reconoció al instante ¡Era la borracha vagabunda!

- ¡Usted! - gritó.

- ¡Pieck!- exclamaron Jean y Armin asustados.

- ¡Mocosa! - la reprendió Levi.

- ¿Yo? - la mujer parecía extrañada - Soy Hange Zoe, científica - extendió su mano hacia el grupo - Ah y asistente de Zeke.

Señaló a una silla de respaldo alto, donde el hombre observaba divertido la escena. Pieck tuvo la sensación de haberlo visto antes...claro, recordó las fotografías en los libros de historia. Le pareció inverosímil estar parada frente a él, como si se hubiera metido a una película. Un escalofrío recorrió su espina dorsal al ser consciente de que estaba frente a uno de los personajes más odiados y temidos de la historia.

- Parece que conoces a Hange - una voz profunda y alegre salió de la boca de Zeke Jaeger, que seguía sonriendo.

- ¡No, señor!¡Disculpe mí atrevimiento! - exclamó Pieck con exagerada formalidad.

- No es necesario que te disculpes...

- ¡Pieck!¡Pieck Finger!

Oyó como Levi cerraba la puerta detrás de ellos. Listo. Eran sus últimos segundos de vida, los tres morirían por su culpa.

- Por fin estoy frente al grupo que tanto ha presionado al régimen. Son difíciles de encontrar ¿Saben? Es una suerte que lo hayamos hecho antes que el Fuhrer - se paró y desplegó su impresionante altura, sería un digno hijo de la raza aria, si no fuera por un detalle - Zeke Jaeger, a su servicio.

Jean y Armin también se presentaron, entusiasmados por los nuevos aires que la relación con semejante figura traía a la revolución. Pobres, pensó Pieck, no saben lo que en verdad trama.

Pasó a darles un recorrido por el edificio tomado. Todas las oficinas antes habían sido departamentos de familias judías que ahora estaban habitando los guetos. Les expresó la lástima que sentía hacia ellos y cómo su sed de justicia lo llevó a ser uno de los hombres de confianza del mismo Hitler. También dejó en claro que todas las personas que trabajaban allí estaban enteradas de sus intenciones, pero que igualmente nadie hablaba de ello, la extrema discreción era clave para sobrevivir.

- Ustedes tomarán distintos puestos, jamás deben ser vistos juntos por mucho tiempo o será sospechoso para cualquier posible infiltrado. Hange les asignará sus trabajos tanto fuera como dentro del cuartel - se dirigió nuevamente hacia su oficina pero se detuvo antes de entrar - Chicos, sean prudentes.

A Pieck le extrañó que su mirada reflejarse tanta preocupación. Ese no era el hombre que la historia retrataba como peor que Hitler. Se dio cuenta que se preocupaba por todos y cada uno de sus subordinados, recordaba cada detalle, cada nombre y apellido, familiares y desavenencias de todos ellos, y se encargaba de llenarlos de esperanza con sus poderosas palabras.

No tardó en sentirse levemente sobrecogida por su convincente discurso y afable actitud. Se reprochaba de todas formas, que los políticos más corruptos eran hábiles manipuladores, y que Zeke simplemente estaba desplegando ese talento. Al final, sentía alivio de venir de una época en la cual la gente ya era consciente de eso.

Y hablando de  otra época, debía hablar con Hange.

Tirano del Tiempo (ZekexPieck)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora