La consulta de la doctora Kareem se sentía como su segundo hogar. Paredes blancas y mucha paz. Mucha tranquilidad. Mucha... Ataraxia. Como cuando tenía cerca a Kaela.
Frédéric se acercó a la tumbona y se sentó, inclinándose poco a poco hasta quedar postrado en ella. Miró a la señora que tenía enfrente, sentada en una cómoda. La dra. Kareem era un mujer de tez morena y cabello azabache, ondulado; tenía los ojos almendrados, se ensanchaban aún más con las grandes lentes que portaba; la forma de su cara era ovalada. Siempre vestía formal, nunca faltaba una americana acompañando su outfit.
Una vez cómodos, la psiquiatra del captor y asesino en serie, de dispuso a iniciar la conversación:
—Buenos días, Frédéric —dijo con una sonrisa de boca cerrada.
—Buenos días —correspondió Frédéric—, mamá...
—Ya hemos hablado de eso varias veces —habló con un tono paciente—. Yo no soy tu madre Frédéric... Me halaga, pero sólo soy una profesional que busca ayudarte a gestionar tu salud mental.
—Perdona, Amelia —rectificó el captor, cruzando las manos tras de sí.
Frédéric observó, en silencio, cómo la doctora Kareem —de nombre Amelia— sacaba una funda de plástico de un archivador de color púrpura que se encontraba sobre la pequeña mesa que había entre la silla y la tumbona. Frunció el ceño al ver que su querida psiquiatra tomaba nota de cada palabra que decía; siempre lo hacía, eso le irritaba bastante.
El asesino en serie del captor, consideraba a Amelia Kareem su único apoyo. La única persona a la que poder confiarle todo, la única que lo apoyaba y le aconsejaba. O, por lo menos, de aquella forma lo interpretaba él.
—Hoy trataremos más a fondo tu estancia en prisión, tu estancia en el orfanato y la partida de tu casa —repasó la dra. mirando la hoja que tenía entre sus manos.
—¿La partida de mi casa? —interrogó mirando al techo, extrañado.
—Sí, Frédéric —afirmó ella—. Por lo que he podido observar, veo que la medicación ha hecho efecto. Nos encontramos en un punto de calma bastante favor-....
—Ataraxia —interrumpió el captor.
La doctora soltó una ligera e impertinente risa, tapándose la boca con la mano derecha. Le echó un vistazo por encima al papel y siguió charlando.
—Exacto, ataraxia. Puedo deducir que tú, Frédéric, has conseguido hallar la tuya, ¿no es así? —preguntaba con una voz plausible y suave.
—Sí, está conmigo en mi casa. Y no pienso soltarla nunca.
«¿En su casa? Será alguna especie de metáfora. Su hogar es su lugar de refugio y remanso. Bien» Se dijo ella para sí misma.
Frédéric, con total tranquilidad, le relató una vez más su infancia a la psiquiatra. Le repitió que fue un niño que lo tenía todo. No tenía muchos recuerdos de aquella época, pero se acordaba de lo suficiente para saber que su padre nunca le quiso. No le quiso bien. Prueba de ello eran las cicatrices que tenía el captor en la espalda, producto de los severos castigos a los que era sometido con una correa por tener al demonio dentro.
—Con ocho años mi padre me intentó matar —contaba muy sereno Frédéric—. Una vecina que pasaba cerca de donde vivía lo escuchó, llamó a la policía y me llevaron a un orfanato. Todo fue rápido. Muy rápido. No me pude despedir de mi madre, lo último que vi fue la imagen de él antes de que me desmayara, Amelia.
La especialista se estremeció ante el relato de su paciente, a pesar de haberlo oído antes. Ella sabía que el trastorno de Frédéric había empezado a manifestarse a una temprana edad, y con unos padres tan religiosos no era fácil de llevar. Antoine y Berenice creían que su hijo estaba poseído. Debido a esto último, el pequeño era víctima de maltratos y palizas cada vez que sufría algún tipo de colapso mental o disociativo.
Hace más de cuarenta años.
—¿Tu madre era la que te protegía de los golpes de tu padre? —preguntó la mujer, cogiendo más hojas de la funda de la mesa.
—La puta de mi madre me curaba las heridas. Decía que era por mi bien, luego se subía para que papá la follara —respondió él, cerrando los ojos y recordando escenas.
La dra. alzó las cejas, pero no dijo nada hasta unos segundos después. Aunque la mente de aquel hombre fuera realmente compleja y su expresión oral fuera poco usual, sabía que Frédéric Eaton quería a su madre. La puta de su madre. Esa era la razón por la que, pasados más cuarenta años desde su distanciamiento, continuaba visualizando su rostro a la perfección. En cambio, la imagen de su padre era inexistente en su memoria; su mente bloqueaba los recuerdos traumáticos para evitar el dolor.
Una secretaria tocó varias veces la puerta, y cuando la psiquiatra le hizo ademán de pasar, trajo consigo una bandeja con una jarra de agua fría y dos vasos con un par de cubitos de hielo. Ya había pasado media hora, siempre entraba alguien para ofrecer algo de beber cuando transcurría la mitad del tiempo estimado.
Ella se sirvió un poco de agua, dejando caer el líquido en el recipiente de vidrio. El captor no tenía sed. No bebió agua.
—Estuviste siete años en un orfanato, Eaton —declaró la psiquiatra—. Es mucho tiempo, y más siendo un niño. Dime, ¿qué puedes contarme de aquel lugar? Nunca hemos hablado de ello. Creo que es hora.
Fue el único momento en el que el asesino en serie ladeó la cabeza para mirar a Amelia Kareem, tragando saliva con dificultad y tensando la mandíbula.
—Me abandonaron, Amelia —habló el captor volviendo a mirar al techo, con los ojos abiertos—. Ya no tenía a nadie que me abrazara por las noches, los demonios volvían cuando ella se alejaba. ¡Pero me la quitaron! ¡Pensé que volvería a por mí, para llevarme con ella! ¡No la vi nunca más! Y ellos vinieron a por mi, Amelia...
Frédéric se encontraba ahora tenso y, sin darse cuenta, elevando el tono de voz de una manera amenazante.
—¿Los demonios?
—Sí. Por eso maté a la cocinera. Y bueno, de ahí me llevaron a la cárcel. Quince años, los cinco últimos en un manicomio...Frédéric frunció el ceño y, con calma, se levantó de la tumbona.
—Ya es la hora, ¿no? —añadió mientras veía cómo ella comprobaba el tiempo con su reloj—. Hasta la próxima, te quiero mamá.
Abandonó la consulta.
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Ataraxia ✓
Mystery / ThrillerKaela ve el mismo cuadro rayado de luz cada día, la ventana abarrotada que le impide escapar de donde quiera que esté. Ella y sus pensamientos. Y su captor. ¿Quién es? ¿Qué quiere de ella? *Como todas mis obras, está registrada en la página https:...