Capítulo 18

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SIN CONTROL Y SIN MÁSCARA.

Lo único que puedo pensar en estos momentos es, como este ser humano se atreve a decirme zorrita delante de todas las personas que están presentes en la sala.

Puedo notar la conmoción que se ha formado y todos al igual que yo, están estáticos ante la presencia del ser que se hace llamar mi padre. Es un título que le queda muy grande, a tan insignificante ser.

Busco con la mirada a mi madre, pero no la veo en ningún lugar. El señor Harrison se ha mantenido a mis espaldas, viendo por primera vez a mi padre. La vergüenza me recorre el cuerpo por tener que ser la hija del hombre que está en la puerta, y la ira que siento en estos momentos quiere salir de mí, como si de una bestia se tratara; pero me controlo apretando los puños a mis costados.

Mi padre se mantiene en el umbral de la puerta, apoyado en el marco de la misma. Un hipo sale de su boca haciéndome entender que está borracho.

«Raro fuera que estuviera sobrio.»

Nadie es capaz de decir nada, ni siquiera yo. En la sala ha habitado por lo que creería que fueron largas horas, pero que en realidad han sido segundos, un silencio sepulcral.

La rabia me invade cada vez más y más , pero no soy capaz de gesticular una sola palabra. Sin embargo, en mi mente vuelan ideas de como insultarlo y golpearlo, no me importa que hayan personas, sinceramente. Lo que esta dentro de mi está siendo mucho más fuerte que yo en estos momentos, pero solo me limito a observarlo; como un león que está cazando a una gacela.

Hasta que por fin, mi madre llega a la sala con unos aperitivos en una charola; dado a qué ella quiso atender a todos por mi cumpleaños, en vez de contratar al servicio de catering. En estos momentos agradezco que no lo haya hecho, porqué  hubiera sido la vergüenza que siento en estos momentos, triplicada por tres, con la presencia de más personas ajenas a mí.

—¡Ya volví!— dice muy sonriente mi madre, sin percatarse de lo que está pasando. Ella me mira y ladea la cabeza extrañada, dado a qué mi cara en estos momentos debe ser más que obvia.

El silencio que abruma en el lugar, de igual forma, la desconcierta; hasta que sus ojos se posan en lugar donde todos tenemos la vista fija.

—¿Me extrañaste, Isabelle?— el rostro de mi madre ha palidecido ante la sorpresa no grata. Tanto es el asombro, que la bandeja que traía termino en el suelo haciendo un desastre; y es ese sonido, es el que hace que todos salgamos del trance en el que estábamos.

Estoy lista para lanzarme encima de él, y para no precisamente abrazarlo; cuando estoy más que preparada para encaminarme a correrlo de la casa y de mi fiesta, una mano se pose en mi hombro. El señor Claus me detiene de manera silenciosa; él sabe muy bien lo que mi padre me ha hecho, pero no en su totalidad, y no tiene ni la más mínima idea de lo molesta que estoy porque se haya presentado así sin más.

—Respira, Alaia. No pierdas el control. Todo va a estar bien— me susurra para que los demás no escuchen. No quiero respirar, solo quiero insultar al intento de padre que está a un par de metro lejos de mí.

—Zach, por amor de Dios ¿Qué haces aquí?— mi madre intenta mantener el control, y sé que lo hace por las personas que se encuentran presentes. Sin embargo, sus palabras salen duras y secas, por dentro debe estar hirviendo en cólera y no es para menos.

—No me iba a perder el cumpleaños número 10 de mi hija ¿Ibas a permitirlo, Isa? Dado a qué, no me avisaste temprano de la fiesta; creo que no querías que viniera— me tenso más de lo que ya estaba y aprieto con mucha más fuerza mis manos; sé que mis uñas se deben estar clavando en mi piel hasta traspasar la carne, pero me importa muy poco.

Lo Que Esconde La Perfección [COMPLETA] © LIBRO #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora