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Zappia

—No quiero que digas algo sin sentirlo. Tú no me quieres porque no me conoces de nada. Tampoco te olvides de que sé que tienes alexitimia —logré quitar su mano y lo empujé para que se alejara—. Vete.

—Aunque tenga alexitimia, algo me hace sentir que es verdad. Puedo volver a sentir emociones, y eso lo estás haciendo tú. Tú eres la persona que puede hacer que sea mejor, y te juro que lo haré. Te sacaré de aquí para que puedas vivir la vida que siempre te imaginaste. Serás feliz, y conmigo, porque yo también quiero serlo y quiero que sea contigo.

Sus palabras resonaban en mí como un eco lejano, pero la realidad que conocía se interponía en nuestro camino.

—Max, este es mi destino. Yo ya no puedo cambiar. Ahora mantente alejado de mí si no quieres que te haga daño. Yo jamás volveré a ser normal y tampoco quiero. Es aburrido, y ya tengo mi objetivo de vida.

—Zappia, tienes 19 años. Te falta mucha vida por delante, pero no quieres aceptar ayudas.

—¡NO QUIERO TU AYUDA! A mí este estúpido tranquilizante no me sirve. Ahora entiende que no necesito la ayuda de nadie y que puedo estar de puta madre sola. Mucho menos necesito de ti y que me digas que me quieres e intentes cambiarme, porque NO lo vas a lograr. ¡PORQUE ASÍ ME DECLARÉ EN EL MOMENTO EN EL QUE EMPECÉ A MATAR Y A SENTIRME BIEN CONMIGO MISMA!

—Tranquila, Zappia —intentó acercarse a mí, pero lo detuve, empujándolo con fuerza.

—Te quiero lejos de mí, y hazlo si aprecias tu vida de película. Me das asco y métete en la cabeza que personas como nosotros jamás seremos aceptados y estaremos solos por siempre.

Su mirada se tornó más seria, como si estuviera evaluando mis palabras.

—¿Alguna vez Sasha te dejó sola?

Una punzada en mi corazón hizo que me callara. La mención de su nombre desató un torrente de recuerdos y emociones que intentaba enterrar.

—¿Por qué hablas de ella ahora? ¿Qué tiene que ver?

—Sasha siempre estuvo contigo en las buenas y en las malas. Ella es la demostración de querer. Siempre estuvo contigo y siempre puso su vida primero que la tuya. Ella no es egoísta.

—Ella solo está en deuda conmigo. No creas todo lo que ves en la televisión —mi voz tembló, pero me obligué a mantenerme firme.

—¿Y por qué? Nadie da su vida por alguien más.

—Se cogió al único chico que llegué a amar, y era mi novio —las palabras salieron de mis labios como un disparo, dejando un eco que resonaba en la habitación. La ira y el dolor se mezclaban en mi pecho, recordándome lo que había perdido.

Max

—Zappia, eso no justifica tu dolor. Ella tomó una decisión, pero eso no significa que no te quiera.

—¡No lo entiendes! —grité, sintiendo que las paredes de la habitación se acercaban—. Ella me traicionó en el momento en que lo hizo.

—Pero no tienes que vivir en ese pasado. No tienes que permitir que eso defina tu vida.

—Tú no sabes lo que es perder todo —susurré, incapaz de contener las lágrimas que amenazaban con derramarse. La imagen de Sasha, de sus risas, de los momentos que compartimos, se mezclaba con la furia que sentía.

—Quiero ayudarte, Zappia. Quiero ser la persona que te ayude a sanar, pero no puedo hacerlo si sigues construyendo muros entre nosotros.

—Mis muros son mi protección —le advertí, sintiendo que cada palabra era una barrera más entre nosotros—. Y no te necesito para ser feliz.

—No se trata de necesidad, se trata de querer. Quiero ser parte de tu vida, Zappia.

Su mirada era intensa, y por un momento, la duda me atravesó. ¿Sería posible que alguien como él pudiera realmente entenderme? Pero el miedo al rechazo, el temor a la vulnerabilidad, volvieron a cerrarme en mí misma.

—Eso es un error. Mi vida es un caos, y no tengo lugar para la felicidad.

—La felicidad se encuentra incluso en los lugares más oscuros. —Max dio un paso más cerca—. Quiero mostrarte eso.

Su cercanía era un reto, y el impulso de empujarlo lejos de mí luchaba con la curiosidad que despertaba en mí. Pero, al final, decidí cerrarme.

—No estoy lista para esto, Max. —Me aparté, luchando contra el torbellino emocional que se desataba en mi interior—. Es mejor que te alejes.

vis a vis; max valenzuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora