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—Si fuera un degenerado, aceptaría, pero sé calmarme y no te tocaré en ese estado. —Me reí ante su confesión, disfrutando del desafío que emanaba de sus palabras.

—¿Qué te da risa, eh? —Max frunció el ceño, confundido por mi reacción.

—¿Por qué te resistes? Los dos sabemos que gustas de mí desde hace tiempo. ¿Cómo lo sé? Aquí corre muy rápido la información. ¿Por qué crees que estamos en la misma celda? Porque quieren que me "cuides". Ya decía yo que eras un idiota ingenuo. —Me incliné hacia él, disfrutando de la revelación que había hecho.

Con una mano, Max me tomó de las muñecas, mientras que con la otra me sostuvo del cuello. Una chispa de provocación brotó de mí y me mordí el labio, disfrutando del momento. Su debilidad por la ingenuidad era un arma de doble filo. Sin embargo, su mano descendió, apretando uno de mis pechos con fuerza, lo cual me hizo jadear.

—Escucha, no te voy a coger porque quiero respetarte, pero como sigas diciendo tanta estupidez, ahora si no me detendré. —Me soltó con brusquedad, su mirada ardiendo de frustración, y salió de la celda.

Me quedé allí, respirando con dificultad, sintiendo que la tensión entre nosotros había alcanzado un nuevo nivel. Bueno, era hora de solicitar mi primer vis a vis íntimo. ¿Yo quedarme con las ganas? Jamás. Avisé a dirección sobre mi solicitud, y ellos comenzaron a tramitar los papeles. Estaban dudando si concederme el permiso, así que lo pensarían hasta el anochecer.

Al salir de la celda, me encontré con un grupo de reclusas que me miraban con curiosidad. Fernanda Villalobos, la que había estado hablando de mí desde que llegué, era la líder de ese grupo. Me preguntaba qué le pasaba a esa chica.

—¿Qué? ¿Te gusté, guapa? —dijo, sus ojos evaluándome de arriba abajo, como si pudiera despojarme de mi dignidad con solo mirarme.

—Tranquilízate, la vista es natural, y no eres la gran cosa, después de todo. —Respondí, sonriendo con desdén ante su actitud.

Me reí de su comentario. —Yo no, pero mi compañero, ¿qué tal? ¿Cuánto habías esperado para que lo ingresaran aquí? Para que llegara yo y que te lo quitara, no eres nada para él y mucho menos para mí, así que evítate problemas y cierra la boca antes de que te la cueza.

—¿Me estás amenazando tú? —Se rio junto con sus "amigas", una risa que sonaba desafiante pero hueca.

—No, te estoy advirtiendo que a cualquier hora del día, las pueden encontrar envueltas en sábanas abajo de sus camas. Ninguna quiere eso, ¿verdad? Ya deberían saber con quién se están metiendo. —Mis palabras flotaron en el aire, llenas de advertencia, mientras me alejaba, sintiendo que mi presencia había dejado una marca en su orgullo.

vis a vis; max valenzuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora