Zappia me miró con confusión, sus ojos reflejando la inquietud que también sentía. Asentí levemente, intentando tranquilizarla, antes de salir de la celda y seguir al funcionario. La luz fría de los pasillos contrastaba con la tensión que llevaba en mi pecho. Al llegar a la sala de interrogación, me encontré con el inspector que llevaba mi caso, su expresión grave me hizo sentir como un pez en una trampa.
—Te lo preguntaré una vez más: ¿dónde está Daniela? —dijo el inspector con voz autoritaria.
No pude evitar reírme, un gesto que pareció desquiciar aún más al inspector.
—No sé, yo no lleve ese secuestro —respondí, manteniendo un tono serio.
La atmósfera se volvió densa cuando el inspector lanzó su siguiente acusación.
—Sabemos que la violaste. ¿Por qué sigues mintiendo?
Sentí un escalofrío recorrerme, pero mi rostro permaneció impasible.
—Yo no le hice nada. Ella quiso por su propia voluntad.
El inspector golpeó la mesa con fuerza, la resonancia del impacto reverberó en mis oídos, pero no cedí ante su presión.
—¡Deja de mentir, joder! La mamá de esa chica no ha podido dormir por más de dos meses desde que se llevaron a su hija. ¿Por qué la secuestraron si no pedirían un rescate?
Me arriesgué y decidí jugar mis cartas.
—¿Le digo la verdad, inspector?
—Eso quiero oír —replicó, su tono, revelando un interés sombrío.
—La secuestré para mi propio beneficio sexual y ahora la tengo encadenada en algún lugar de Venezuela. Busquen.
No terminé de hablar cuando el funcionario a mi lado me propinó un puñetazo. La sorpresa y el dolor se manifestaron en mi mejilla, pero los otros funcionarios rápidamente agarraron a mi agresor y lo sacaron de la sala. Toqué mi mejilla, sintiendo la calidez de la sangre.
—¡Dónde la tienes! —gritó el inspector, su voz cargada de desesperación.
Miré hacia él, pero no dije nada, consciente de que cualquier palabra podría empeorar mi situación.
—Sácalo a enfermería, solo dan problemas estos putos funcionarios, joder —ordenó el inspector, claramente frustrado.
Me tomaron de los hombros y me sacaron de la sala. En los pasillos, vi a Fernanda. Su mirada era de confusión, pero me siguió hasta llegar a enfermería. Después de diez minutos, me pusieron la última puntada, y me dejaron en revisión. Sentía que todo este drama se acumulaba sobre mí, como una tormenta que amenazaba con desatarse.
Fernanda se acercó a mí y, con un movimiento audaz, se subió a la camilla, abrazándome de la cintura y apoyando su cabeza en mi estómago. Aunque rodé los ojos, no la aparté. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparme por su cercanía.
—¿Te duele? —preguntó, mientras su mano se movía hacia mi entrepierna. Suspire y negué con la cabeza, incapaz de contener la frustración.
—Yo puedo hacer que te sientas mejor —siguió, apretando la zona de una manera que no me provocó nada.
La verdad era que, mientras ella intentaba acercarse a mí, los pensamientos de Zappia no me dejaban en paz. A pesar de todo, pensar en ella me inquietaba de una manera que Fernanda no podía igualar.
—Sal de acá —dijo de repente una voz familiar.
Fernanda y yo nos giramos sobresaltados, y ahí estaba Zappia, de pie en la entrada, con una mezcla de incredulidad y enojo en su mirada. El momento se detuvo
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vis a vis; max valenzuela
Fanfiction━━ 𝐕𝐈𝐒 𝐀 𝐕𝐈𝐒 ✿ ____ Zappia, 19 años, estadounidense: Condenada a cadena perpetua por delitos graves que incluyen terrorismo, asesinato, robo, secuestro, tráfico de drogas y armas, extorsión y fraude. Sin posibilidad de libertad condicional, p...