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Max Valenzuela

Después de todo aquel suceso con Zappia, decidí hacerme el indiferente, aunque, en el fondo, sabía que eso no era más que una fachada. Mostrar un poco de afecto fingido no era tan malo después de todo; quizás, de alguna forma, me ayudaría a mantener el control.

Cuando Zappia regresó a la celda, evité mirarla y no le dirigí la palabra. ¿Me causaba asco? Probablemente. La tensión entre nosotros era palpable, una mezcla de atracción y desdén que me dejaba confundido.

—¿Qué te pasa conmigo, eh? Estás evitándome desde que llegué —su voz resonó en la celda, directa y desafiante.

¿Es tan cínica para preguntar eso? Me pregunté, sintiendo que la ira comenzaba a burbujear dentro de mí. —¿Te parece suficiente razón irte de esa manera a coger con otro tipo? Eres una zorra, Zappia, y quiero que te mantengas lejos de mí a pesar de lo mucho que me atraes. —Las palabras salieron más duras de lo que había planeado, pero no me importaba; la verdad dolía.

—Ay, baby, tranquilo. Para ti guardé lo mejor. Si quieres darme mi segundo round, puedes encontrarme en la cama de arriba. ¿Me azotarías? Eso me llenaría más de gusto —Su tono era provocador, casi juguetón, y eso solo me exasperaba aún más.

Rodé los ojos ante su insinuación, incapaz de comprender cómo podía ser tan descarada. Me tumbé en la cama, tratando de despejar mi mente. A los pocos segundos, ella subió a la litera de arriba sin decir nada más, dejándome en un mar de frustración. Era desesperante que no hiciera lo que decía. Estoy seguro de que si ella tomara la iniciativa, caería como un maldito idiota; ¿para qué negarlo? Zappia era el sueño de muchos, y no quería que supiera el poder que tenía sobre mí.

El mero pensamiento de cómo debió de disfrutar su momento íntimo con otro, alguien que no fui yo, me puso caliente. ¿Cómo será estar dentro de ella? Las preguntas y fantasías inundaron mi mente.

Busqué una bolsa de marihuana en uno de los tubos de la litera y comencé a fumar, dejando que el humo me envolviera mientras mis pensamientos volvían a ella. Imaginé cómo sería si Zappia estuviera conmigo, si sus manos recorrieran mi cuerpo, si sus labios se acercaran a los míos. Metí la mano debajo de mi chándal, sintiendo la tela suave contra mi piel, subiendo y bajando lentamente, disfrutando del momento. Pero, de repente, una voz me sacó de mi trance.

—¿Quieres que cumpla lo que te imaginas conmigo, baby? —Era Zappia, y su voz provenía de la parte de arriba. Me había olvidado por completo de que ella estaba allí.

Cerré los ojos con fuerza, intentando contenerme, resistiendo el impulso de contestar un "sí" que ardía en mi pecho. Pero, a medida que las palabras flotaban en el aire entre nosotros, me di cuenta de que ya no podría resistirme.

—Sí... —murmuré, casi sin darme cuenta, mientras el deseo me invadía. La línea entre el placer y el peligro se desvanecía, y estaba a punto de cruzarla.

vis a vis; max valenzuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora