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Otro día en la escuela. No hubo muchas cosas importantes, ¿a quién le gusta la escuela después de todo?

Mío seguía un poco deprimido, Kira intentaba animarlo y así. Skipper le hablaba de vez en cuando, ya no era como antes, digo Mío se había ilusionado, pero no puedes obligar a alguien a amarte.

Miya por otro lado estaba enfocado en la escuela, no se le puede culpar, por algo es un niño de honor o así les llaman a los niños clasificados con las mejores calificaciones.

Tu ayudabas Mio en lo que podías, no eras el mejor en animar o saber cómo reaccionar cuando alguien llora, pero hacías lo que podías que era ayudarlo en lo que sea que pedía.

Estaban en el receso, la mejor hora de clases. Kira, Mio y tu estaban en el lugar de siempre.

"Pudo haber sido peor..." Dijo Kira. Sentándose a lado de Mio.

"¿Como? ¿Cómo pudo haber sido peor?" Pregunto Mio. Él había recostado su cabeza en sus propios brazos cruzados, levantando la vista hacia Kira.

"Skipper se pudo haber enterado." Dijo Kira rascando la nuca.

"Supón-" Mío fue interrumpido.

"¡Hey Mio!" Grito Skipper, por la distancia no había escuchado nada, pero aun así les dio escalofríos a los tres.

"¿Por qué no puedo llorar en paz?" Pensó Mio.

"¡Hola Skipper!" Dijo Mio cambiando sus emociones en cuestión de segundos. Tener padres estrictos te hace tener ciertas habilidades, entre ellas está el poder ocultar emociones y controlarlos.

"¿Puedes ayudarme en algo?" Pregunto Skipper.

"Seguro, ya vuelvo." Al decir eso Mio se fue con Skipper. Hubo un silencio,

"Así nunca superara a Skipper." Dijo Kira entre dientes, elle suspiro.

El tiempo pasó. Fuiste al baño dejando a Kira sola en sus pensamientos. Tú estabas caminando viendo a muchos lados aun con cuidado de no chocar con nadie, eso sería muy vergonzoso y seguro recordarías ese momento hasta el fin de tus días, así que mejor ahorrarnos toda esa tortura.

¿Cómo podría ayudar a Mio? Pensabas mientras caminabas al baño.

"¡Ayato!" Te detuviste un segundo, solo rezaba que no fuera a ti, pero una mano tocó tu hombro.

Maldita sea. Pensaste.

"Hola, ¿necesitas algo?" No tenías ni la menor idea de quien era, más bien no sabías ni la mitad de los nombres de tus compañeros, pero querías ayudarlo para que te dejara en paz y terminar la conversación. Entre más rápido ayudes o respondas a lo que sea que te tenga que decir más rápido de té dejara de hablar.

"Si, ¿sabes dónde está Miya?" Pregunto el chico, ahora que lo mirabas detenidamente era el mismo chico que habló mal de Miya. Había unos compañeros detrás de él. Te detuviste a pensar un momento.

¿Para qué quieren saber? Pensaste lo peor.

"Si, en la luna que tal si lo buscas allí." Quitaste su mano de tu hombro, tu odiabas que te tocaran, odiabas el contacto físico en general, y su mano en tu hombro no era una excepción, la retiraste con asco como si te fuera a dar una infección, ¿Quién sabe dónde estuvo esa cosa? Te fuiste, siendo sincero contigo mismo no sabías donde estaba. Estabas preocupado, pero no querías pensarlo demasiado, aun así, lo hiciste.

[...]

"Hola gatito," Miya acarició al gato, él estaba atrás de la escuela, sentado en el suelo, ese era un lugar muy limpio, talvez de los más limpios, ahí era un lugar pacifico, no muchas personas iban ahí. "¿Tienes hambre?" Miya le dio un pedazo de su comida, no era la gran cosa, pero al gato parecía gustarle.

Quisiera ser un gato...
No me preocuparía por mis responsabilidades...
Odio esto de ser un "prodigio."
Ojala no lo fuera, pero aun así gracias al patinaje y S conocí a Reki y Langa. Supongo que es algo por lo que debería estar agradecido. Pensó Miya.

El gato maullaba, le gustaba el tacto de Miya.

"¿No tienes familias?" Miya continuó hablando con el gato, como si fuera alguna persona.

"¡Auch!" Miya se giró a la dirección donde escucho ese quedó casi de inmediato.

"¿Huh? ¿T/N?" Dijo sorprendido. El lugar solía estar solo, casi nadie llegaba ahí y si alguien llegaba eran dos personas calenturientas, tristemente Miya ha llegado a ver eso.

"Mierda," murmuraste. "Hola Gatito." Oficialmente ese era el apodo oficial que le habías dado a Miya.

"No me llames así." Dijo Miya rodeando los ojos. Tu sonreíste.

"Te queda, pareces un gato." Te sentaste a lado de Miya, aun con esa sonrisa burlona.

"¿Es un insulto o un elogió?" Pregunto Miya. Decir que te pareces a un animal podía ser considerado un elogio o un insulto, depende del contexto, pero tú no diste contexto alguno.

"Tómalo cómo quieras, gatito." El gato se acercó a ti. Miya se quedó callado observando al gato como se acercaba. "Ehh, ¿puedes agarrar al gato?" Dijiste cuando el gato ponía sus dos patas fronteras en tus piernas como intentando acercarse a ti, pero tú te alejaste del gato recostando tu peso en tus dos brazos estirando tu cuello para arriba.

"¿No te gustan?" Preguntó Miya tomando al gato con delicadeza.

"No es eso, sólo no me llevo bien con los animales." Tú y los animales no tenían una buena relación, al menos hasta donde recuerdas. Los únicos animales con los que tenías buena relación eran tus animales de peluche, especialmente tu perro el escucha tus problemas, era como tu terapeuta.

"Oh vamos, no puedes ser tan malo." Miya te acerco el gato. Tú te alejaste un poco. "Si en verdad no eres bueno con ellos, haré lo que quieras," Miya apostó. Él no pensaba que el gato te hiciera daño, mientras fueras delicado y amable con él.

"Tienes mucha confianza, ¿no gatito?" Preguntaste molestando. Miya asintió y estiró los brazos para poner el gato en tu regazo. Tu solo mirabas al gato, no se miraba tan mal, tal vez en verdad estabas exagerando. Decidiste acercarte al gato con delicadeza y rotar su cabeza con delicadeza.

"Aww, supongo que no está-" No pudiste terminar la atención, el gato te empezó a rasguñar. "¡AHH! ¡Quítalo Miya!" Gritaste, intentado que no te rasguñara la cara, en reacción pusiste tus brazos enfrente de tu cara y te empezó a rasguñar los brazos.

Miya te quito el gato, "no estabas exagerando después de todo." Miya se rasco la nuca, "lo siento."

"¿Tú crees? Agh." Te miraste los rasguños. Por suerte no eran profundos.

"Ven," Miya se levantó, aun con el gato en brazo, tu también t levantaste lo último que querías era que ese gato te saltara en cara y en verdad te rasguñe la cara, Miya dejó al gato en el suelo con delicadeza, tú te escondiste detrás de Miya, colocando tus manos en sus hombros y asomando la cabeza en uno de sus hombros. "Vamos a la enfermería." Ambos caminaron a la enfermería.

"Es tu culpa." Venias reprochándole a Miya.

"Lo sé, y como yo cumplo voy hacer lo que me pidas." Tu sonreíste, "Me voy arrepentir, ¿no es así?"

"Sí que lo harás." Sonreíste, después de todo ser rasguñado por un gato no fue malo. Si apuestas, obviamente.

Dos DesconocidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora