2. No cantes victoria antes de tiempo

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— ¿S-se... propagó? — pregunto tímidamente. El doctor ya me había avisado de ante mano que algo así podría pasar.

— Si.

Fue todo lo que tuvo que espetar, para que me parara en un movimiento rápido de la mesa. Estaba tan enfocada en la llamada, que no me di cuanta que se volcó  la bandeja la cual llevaba mi comida (pasada) ya que ahora era prácticamente, un puré.

Todo el comedor se inundó en un profundo silencio. Las personas me miraban atentamente.
Pero ya no me interesa si todos me miran mal, o si soy el centro de atención entre toda la multitud.Lo único que me importa es llegar al hospital y ver a Leyla sana.

Sin despertar todos los días pensando en si ese va a ser su último. O sin verla desmoronarse cada vez que se mira en el espejo y ve una imagen nueva de si misma, recordándole cada maldito segundo que no va a poder cambiar su destino por mucho que quiera.

Porque eso sí, el cancer es una de las peores enfermedades que puedes cursar en tu vida, te destruye en tu interior, y te va creando traumas que quedan grabados como videos en tu memoria.

Soy consciente de que en algún momento va a llegar su fin.
¿Cuando? No lo sé, capaz sea mañana, en un mes, o un año...

Pasan algunos minutos en los que salgo del comedor y de todas las miradas furtivas llenas de interés en mi.
Deseo ver a Leyla en estos momentos, pero la enfermera me dió a entender que el doctor tiene que hablar conmigo primero.

— Buenas tardes, Mich. — Saludo cordialmente a la administradora.
Paso tanto tiempo aquí que me he hecho algunas amigas.

— Mary, que gusto. El doctor la espera en la sala cuatro... — Anuncia, revolviendo algunos papeles y arrugando levemente el entracejo. — pasillo B. — Dijo finalmente con una gran sonrisa.

Con el corazón en la boca y las pocas energías que tengo arriba. Me encamino hasta allí.

Al llegar el doctor me pide que tome asiento frente a él. Sin dudarlo ni un segundo, lo hago.

El consultorio es como cualquier otro, paredes blancas, cuadros y posters de medicina y bla, bla, bla.

Pero sé con eso, que se aproxima una larga charla.

— Mary — me llama la atención. Estuvimos ya hablando un largo rato. E insiste que tome otro camino.

— Se que te importa demasiado tu hermana... Pero no podrías considera-

— No — lo interrumpo — No quiero, y no puedo. — Lo miro con una sonrisa torcida, inclinando levemente la cabeza hacia un lado y poniendo una mueca. — Gracias por preocuparse por mí doctor, pero sé que voy a conseguir el dinero necesario para la fecha.

Suspira.

— De acuerdo, pero recuerda que solo puedo postergar el pago unos meses, tendrías que tener todo el dinero para entonces, Mary. Sabes que no es fácil, ¿Como vas a conseguirlo a tiempo?

Y ahí mismo, me recordó otro de mis grandes problemas... El dinero.
Aunque debo decir, que ya todos sabemos la solución a eso. Pero no lo puedo decir en voz alta frente a él. Ni loca.Imagínense lo que pensaría de mi.

LEYLA JONES [ Completada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora