6. más voces

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— ¿Cómo? El... — un obstinado silencio nos envolvió.

De pronto, Max respondió con voz sorda y entrecortada.

— Lo denuncié Mary, y la justicia se enteró. Pero... — Bajó desanimadamente la cabeza.

Ya sabía lo que iba a decir, así que terminé por el.

— Tiene contactos y es abogado. Como siempre — Dije, haciendo que Max asintiera.

— Sacaron los cargos contra él. Aunque algunas personas dejaron de alentarlo en los medios. Mary, el debe estar... — Ya conocía a mi padre. Siempre era lo mismo. Pero esta vez un posible acto inundó mi cabeza.

— ¡Leyla! — Grité. Saliendo a toda velocidad de la cafetería. Mala elección, porque al salir, me percaté de que no tenía auto.

Mierda. Dijo mi subconsciente.

— ¿Te llevo? — preguntó Max a mi lado.

Sonreí, pero creo que me salió más como una mueca.

— Rápido. Por favor.

— Sube. — Me dijo señalándome su grisáceo Mercedes-Benz.

• • •

— Padre — Dije, al entrar al hospital. Estaba sentado en una silla de espera al costado de la recepción.

Una ola de asco y rechazo me invadió el cuerpo.

— Ahí estás. — me señaló. Con voz gruesa y firme. — Te andaba buscando.

Hice lo que pude para no dejar que me intimidara, pero al final de cuentas, siempre lo hacía.
No se que era. Pero el hecho de sólo compartir el mismo entorno me daba asco, es como si tuviera que estar a diez metros de mi, para que pueda estar en paz y sin querer golpear y tirar objetos por los aires.

Me temblaban las piernas y mis uñas ya estaban partiéndose por estar clavadas en las palmas de mis manos. Mi pecho se apretaba cada vez más, y las lagrimas amenazaban con salir.

Una cosa es estar con una máscara puesta y verlo de lejos sin interactuar ni cruzar palabra. Pero otra es estar hablando y que te mire como al mismo diablo.
Recuerdos de todo tipo me invadieron, pasando como flash ante mis ojos mientras mi padre me llevaba a algún lugar para hablar más "tranquilamente".
Caminé por el estrecho pasillo con el a mi lado mientras sentía que tenía que salir corriendo en dirección contraria.
Cerré los ojos fuerte. Pero solo logre que más recuerdos me invadieran. Al abrirlos, ya no estaba con el.
Estaba en el sótano, y Leyla a mi lado.

Se ve todo muy borroso por las lágrimas que caen como agua al río.
Layla está tirada en el piso. Se desmayó por la falta de comida, es demasiado pequeña como para aguantar tantos días sin ingerir alimento. Hace tres días solo el agua es lo qué pasa a través de mi garganta. Y al cuarto, mi estómago está cada vez más hambriento, reclamando alimento y preguntándose si voy a sobrevivir a este infierno.
Me he desmayado 2 veces, y trato de no caer otra vez por si Leyla se despierta.

Escucho un "click" para que después la puerta sea abierta, permitiéndome ver a mi padre. Viene hacia mí tambaleándose a causa del alcohol, susurrando todo tipo de palabras incoherentes.
Rápidamente me separo de Leyla para quedar cara a cara con el, dejándola lo más lejos posible.
No pasa ni dos minutos que ya siento ese sabor tan conocido y metálico en mi boca. Y aunque no me veo en un espejo. Se que tengo una mano roja y marcada en toda la cara, y un futuro chichón en la cabeza. Trato de susurrar que pare, pero no tengo tiempo ni energía para hacerlo por la continuidad de los golpes.

LEYLA JONES [ Completada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora