~°~
SOBRE LA CALIDEZ HUMANA Y OTROS PRIVILEGIOS
~°~
Doña Flor. Así se llamaba la amable señora que me ofreció sin conocerme siquiera un lugar para que pudiera tranquilizarme.
—¿Cómo te llamas, niña? —me preguntó.
—Luciana.
—Ah, que nombre tan bonito —dijo, le dediqué una pequeña sonrisa—. Y dime, Luciana: ¿qué hacías parqueada en un lugar tan solo?
Le resumí toda la historia mientras que su encantadora nieta buscaba no sé que cosa en la bodega que creí abandonada.
—Gracias al cielo que estás bien, hija. —acompañó esas palabras con un toque en mi brazo—. Mi esposo y yo tenemos un pequeño hotel a unos treinta minutos de aquí, con todo el gusto te podemos alojar.
—No creo que eso sea posible —me lamenté—. No tendría con qué pagarle.
—Bueno, en estos días nos toca ir a la bananera, si nos ayudas entonces tendrás tu estadía pagada —ofreció—. Eso sí, te aconsejo que mañana temprano vayas a poner la denuncia en la policía.
—Y tengo que llamar al banco para reportar las tarjetas como robadas —gruñí enojada.
No estaría pasando por esto si no fuera tan despistada. Miré un momento a doña Flor.
—¿Por qué está siendo tan amable conmigo? —cuestioné.
La señora me miró como si aquella pregunta tuviera una respuesta obvia.
—Ay mi muchacha, creo que la verdadera pregunta sería: ¿por qué no? —su rostro surcado de arrugas se ensombreció—. No me lo hubiera perdonado, yo soy madre y abuela, y si mi nieta hubiera pasado por esto seguro me muero yo antes del susto.
—Gracias. —Y se lo dije de corazón.
Ese ambiente tan bonito lleno de solidaridad se vio arruinado con la llegada de la chica esa.
Si doña flor era literalmente un rayito de sol y dulzura, su nieta tenía menos expresión facial que una piedra.
¿Cómo era que se llamaba? ¿Marlene? ¿Darlene?
—Irene, hija, ¿conseguiste lo que pidió tu abuelo?
—Sí, lo tengo todo —respondió circunspecta.
Y luego de eso nos retiramos de ahí.
Ellas se fueron con la camioneta y yo las seguí en el carro que en realidad era de mi hermano.
Paramos frente al parqueadero de un complejo de máximo dos pisos de altura. Era moderno, pequeño pero sin perder ese dejo tropical.
Me bajé junto a mi equipaje y las seguí a la entrada.
«Hotel El santuario de las Flores», pude leer en el bonito logo que había justo en recepción.
—Muy bien. —Doña Flor le quitó la caja de las manos a la chica—. Yo iré con tu abuelo, tú registra y lleva a Luciana a la habitación.
![](https://img.wattpad.com/cover/292937037-288-k538324.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Flores en el tocador ©
RomanceAquella fatídica vez en un húmedo pueblo de la costa caribeña, Luciana pasó un día terrible. Llovía mucho, la asaltaron, la amenazaron con un arma... Pero tranquilidad, que las cosas se ponen peor: se verá obligada a convivir con la mujer más insufr...