19 | Ya sé cómo me pagarás

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YA SÉ CÓMO ME PAGARÁS

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Cuando le di al botón de "enviar trabajo" a la segunda entrega, me sentí más confiada que la vez anterior.

Mi implicación en este trabajo estaba a años luz de la primera entrega.

Estaba desayunando en la terraza del hotel luego de haber hablado por teléfono con mi mamá, por eso aproveché en bajar con el laptop para enviar el trabajo y limpiar un poco la tarjeta de memoria de la cámara. El clima de hoy estaba excesivamente soleado, ni una sola nube manchaba el manto celeste sobre nuestras cabezas.

En definitiva, era perfecto para hacer de paparazzi con la naturaleza.

Sentí que alguien tomaba asiento a mi lado. Cuando me di cuenta de que era Irene casi, casi le sonrío como babosa hechizada. Tenía el cabello húmedo y salvaje, noté que llevaba las mismas botas todo terreno que usó el día que fuimos a la bananera.

-Asenjo -saludó con una ligera sonrisa adornando su bonito rostro.

-Walters -correspondí- ¿Qué te trae por aquí?

-Ya sé cómo puedes pagarme.

Mi mente sucia voló alto.

¿Recuerdan nuestra ida a la sodita a comer salchipapas? Pues ayer que estuvimos solas en su cuarto le ofrecí el dinero que gastó por ambas, y como hacía toda la gente a la que le debía dinero aquí, lo rechazó.

Le insistí, pero a ella o no le gustaba perder o adoraba tener la razón siempre, porque me advirtió que por mucho que yo insistiera, ella no lo aceptaría.

Era muy terca.

Pero yo tenía mis armas de disuasión. Armas que funcionaron, porque al final terminó cediendo... de manera parcial. Acordamos en que yo podría ayudarla con algo o podría hacer de su fotógrafa personal si así ella lo deseaba.

Por eso cuando confirmó que ya sabía como podía pagarle, me mordí la lengua para no decir: ¿Debo tomarte fotos? ¿Con poca o ninguna prenda puesta?

-Don Gerardo, el dueño de la finca me llamó -relató ella. Fue como si me tirara una piedra directo a la frente para bajarme de la nube de fantasías en la que me encontraba flotando-. Hay algunas plantaciones de banano que se están marchitando, me mandó a decir con el abuelo que vaya a echarles un ojo.

-Ah. -No sabía qué más decir.

-Y... -Se miró las manos con repentina timidez-. Me preguntaba si... si tenías algo que hacer.

-Bueno, sí tengo cosas que hacer. -Le di una palmada a la cámara-. Debo tomar fotos.

-Entonces podrás venir conmigo, necesito que cuando termine, tomes fotos a varias cosas. Así puedes saldar tu deuda.

Listo, ceremonia de despedida para la sesión de fotos hot.

-Ah, ya veo. -Le dediqué una enorme sonrisa maliciosa y me acerqué a ella- ¿Quieres una segunda cita conmigo? No sabía que te agradaba tanto, dame un besito.

Alcé los labios para hacer el amago de darle un beso pero me detuvo.

Ella me agarró las mejillas con una sola mano, me presionaba entre el pulgar y los dedos índice y corazón. Me quedé tiesa con la boca estirada como un pez.

Me sonrojé cuando me recorrió el rostro con la mirada y se detuvo en mis ojos. Tenía una expresión serena.

Al tenerla tan cerca, aprecié que sus ojos verde claro tenían un anillo de un verde más vivo que encerraba las pupilas.

Flores en el tocador ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora