27 | De rescoldos y vestidos rojos

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DE RESCOLDOS Y VESTIDOS ROJOS

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Javier Salazar: (javiersalazaru@gmail.com)

Asunto: proyecto final para el curso de composición fotográfica I.

Buenas tardes, Luciana.

He recibido tu segundo avance del proyecto. Te felicito, las fotografías que has enviado son excelentes. Encuentro un eje temático marcado y creo que eso es lo que atrae mucho de esta entrega.

Calificación de este segundo avance: 98/100 (en el pdf adjunto tienes el desglose).

Dr. Javier Salazar Ugalde. Profesor catedrático de la escuela de Artes y comunicación visual

La llegada de aquel correo no hizo más que hacerme sentir tranquila. Había logrado salvar la nota del proyecto, aunque me seguía incomodando visualmente el hecho de que no haya logrado sacarme el cien. Ahora sólo me quedaba la tercera y última entrega.

Luego de eso tendría que irme de Cahuita...

Antes de que se me amargara el buen humor, alejé ese pensamiento de mi mente. Hoy tenía varias cosas que hacer.

Cerré la computadora y me alisté para ir al centro. Necesitaba hacer algunas compras e iría a un sitio donde impriman fotos en un material satinado.

Don Orlando iba a cumplir años mañana sábado y yo tenía escasez de ideas en cuanto a regalos, por eso no me compliqué y de inmediato me decanté por regalarle una foto enmarcada. Ya tenía escogida la que le regalaría, era una en la que aparecía de espaldas y caminaba con doña Flor agarrada a su brazo. Recuerdo que fue una rápida que saqué cuando fuimos a la bananera.

Se veían como lo que eran: el matrimonio de viejitos adorables que de seguro se amaban desde siempre y nos creaban expectativas de lo más irreales en el amor a los más jóvenes.

Doña Amelia y doña Catalina encajaban en esto último también.

Me acomodé la gorra en la cabeza y me colgué la pequeña mochila de la cámara al hombro. Los estragos de aquel asalto donde me robaron mi bolso se me antojaba lejanos, pero no dejaban de afectarme.

Yo, Luciana Asenjo, la mujer que jamás usaba vulgares mochilas para llevar la cartera y el celular, ahora usaba la de la cámara para eso.

El barrio me cambió.

Entré al pequeño local que era una mezcla entre un bazar, una papelería y un estudio de fotografía que era más para cuando se necesitaban sacar las convencionales tamaño pasaporte para llenar documentos. El hombre que me atendió se encargó de imprimir algunas fotos y me ofreció enmarcar la que sería el regalo.

Compré una bolsa de papel y una tarjeta de una vez.

Al salir del lugar, el aire caliente del medio día me pegó en el rostro y en las piernas.

Crucé la calle y cuando llegué al otro lado me detuve. Frente a mí estaban David Riquelme y doña Amelia. La señora venía agarrada del brazo del muchacho, ambos detuvieron la ávida conversación que sostenían para observabarme. No sabía que se conocían.

Flores en el tocador ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora