XII. La parte perdida dentro de mi.

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Se sorprenden mucho al ver el consultorio de la psicóloga. Muy ordenado y con muebles antiguos. En la recepción los recibe una joven de cabellos blancos, invitándolos a tomar asiento.

Ambos están en silencio, esperando a que llamen a Tomioka para entrar.

—Estaré esperándote. Todo saldrá bien —comenta Kyojuro tomando la mano del otro.

—Si, eso espero —Giyuu está un poco nervioso, con deseos de escapar del lugar, pero se graba en su mente que es correcto ir.

—Giyuu Tomioka, puedes pasar —le pide la chica.

El azabache asiente. Se levanta y deja atrás a Kyojuro, sabiendo que si necesita escapar él estará ahí para ayudarlo.

El aroma que hay dentro de la oficina es demasiado suave qué de inmediato se siente tranquilo y los nervios se han quedado en la sala de espera. Hay una sala enorme y también se ve que es algo antiguo los muebles que hay aquí.

—Hola, Giyuu. Soy la doctora Amane Ubuyashiki —dice la mujer con suavidad—. Toma asiento.

El azabache hace caso, sintiéndose demasiado cómodo en ese sillón. La doctora le ofrece té, ya que la sesión será larga y Giyuu debe hablar mucho.

—Kanao Tsuyuri me habló de ti, pero quiero que me cuentes tu historia.

Giyuu asiente. Suspira con profundidad y tratará de no evitar ciertos puntos.

—He olvidado lo que es ser feliz y no puedo aceptar el cariño de las personas. Son pocos los que lo hacen y aun así yo siento que no lo merezco —comienza a hablar Giyuu mientras ve la taza de té humeante—. Todo empezó cuando mis padres fallecieron el día que cumplí 13 años.

Algo que nadie sabe y que incluso su hermana ignora de este hecho, es que sus padres decidieron salir ese día de su cumpleaños porque Giyuu les pidió un pastel como regalo de cumpleaños.

Siendo que aquel día 8 de febrero aún había algo de nieve sobre el asfalto, las llantas patinaron y causaron el accidente. Cuando llamaron para decirles del accidente, Giyuu se culpa desde entonces por la muerte de ellos.

—Si ese día no hubieran salido, que era mejor quedarse en casa, no estarían... —Giyuu se lleva las manos al rostro, reprimiendo su llanto.

Amane se acerca al joven, dándole una suave caricia sobre su espalda para consolarlo y dejar que fluya todo.

—No es tu culpa, no sabias que podría ocurrir ello. Hay cosas que son totalmente inevitables, como si ya estuviera sellado el destino —comenta la mujer con suavidad.

—Si no hubiera sido por eso... mis padres estarían conmigo.

—Los humanos tenemos una misión en este mundo, cada uno vamos tomando los caminos qué nos lleven a uno. Es como si el destino ya estuviera escrito, como por ejemplo qué tu seas la madre de estos dos bebés, el mío es ayudar a la gente como tú. La misión de tus padres fue ayudarte a venir al mundo, criarte y amarte. Lamentablemente su tiempo fue corto, pero esperan qué sigas todo lo que te han enseñado. Tus padres no querrán qué no aceptes lo que otras personas hacen por ti.

Giyuu aprieta los labios y mira su estómago. No duda en llevar las manos ahí para querer acariciar a los bebés qué van creciendo. Habla sobre el trato que su hermana tuvo con el hombre que se casó y cómo las cosas fueran empeorando desde que perdieron la casa, las cuentas bancarias de sus padres siendo adueñadas por ese hombre y como los maltrataba mientras vivían en su techo hasta que lo echaron.

También habla de cómo sucedieron las cosas con Kyojuro Rengoku, la amistad qué tiene Sabito y Tanjiro. Su enamoramiento con el alfa y que no puede aceptar estar con él porque todo fluyó en aquella fiesta por los efectos del alcohol.

Made Me This WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora